La frontera medieval entre Galicia y
Portugal*
Universidad de
Santiago de Compostela
Que
el norte de Portugal y Galicia tengan una historia común hasta el siglo XII, no
es algo que se pueda olvidar al estudiar las relaciones posteriores entre las
dos orillas del río Miño. Dentro de las "diversas alternativas no processo
de formaçôes nacionais da Península", estaba, en el siglo XII, la
"consolidaçâo de um reino de Galiza que englobasse tambén Portugal",
si bien de los acontecimientos solamente resultó la independencia política de
la Galicia bracarense[1].
Atrás quedaban siglos de interrelación y de convivencia social desde el río
Duero hasta el mar Cantábrico, que alcanzaron su máxima expresión en la
conformación de la lengua gallego-portuguesa, hecho demostrativo de cómo bajo
el marco político del reino altomedieval de Galicia, existía una realidad
social homogénea; la ruptura que comienza en 1128 no afecta en la misma medida
que en lo político al tejido social y cultural que vinculaba a las dos partes
de la gran Galicia.
De
ahí que la frontera Galicia/Portugal tenga algunas características distintas de
la frontera Castilla-León/Portugal. En el enfrentamiento que da origen a
Portugal, y después en la lucha por la hegemonía peninsular, los protagonistas
son las monarquías de Castilla-León y Portugal; al reino de Galicia le incumbe
la conflictividad política y armada con Portugal de manera indirecta, como
parte integrante de la Corona de Castilla. Es decir, el pasado nacional común y
el carácter periférico de Galicia[2]
y del norte de Portugal[3],
verbo de los respectivos centros del poder político, hacen particularmente
permeable la frontera medieval galaico-miñota. De hecho, en todas las guerras
que implicaron a Portugal y Castilla en los siglos XIV y XV (marco temporal de
este trabajo), se desenvuelve un poderoso bando portugués en las tierras de
Galicia: 1366-1371, en favor de Pedro I y de Fernando de Castro; 1386-1387, en
favor del Duque de Lancaster; 1475-1476, en favor de Dª Juana y de Pedro
Álvarez de Soutomaior. La pervivencia de una Galicia nobiliar y urbana
pro-Portugal es indicativo, según nuestro entender, de una especial fluidez de
las relaciones sociales, a lo largo de la Edad Media, entre Galicia y Portugal.
En conclusión: la continuidad de los vínculos gallego-portugueses a través del
río Miño se ve favorecida por la inestabilidad y debilidad de las monarquías
peninsulares, después de la secesión del siglo XII.
1. Frontera política entre dos reyes
Afonso
Henriques ocupa militarmente el sur de Galicia varias veces entre 1130 y 1169,
pero en este último año, hecho prisionero por Fernando II de León en Badajoz,
cede definitivamente Tui, las tierras de Toroño y de A Limia, a la Corona de
León y Castilla[4].
Hubo nobles gallegos que colaboraron abiertamente con el primer rey de
Portugal, como los condes de Toroño y de A Limia en 1137[5].
Fernando II desposeyó al pro-portugués obispo de Tui cuando reconquistó la
ciudad en 1169[6].
Tengamos en cuenta que las tierras meridionales de Galicia, reivindicadas por
Afonso Henriques como herencia de su madre Dª Teresa[7],
habían estado integradas durante siglos, al igual que el condado portucalense,
cuando el río Miño no era frontera, en el convento jurídico bracarense[8],
lo cual facilitó sin duda unas relaciones que venían a ser más distantes y
difíciles con el norte de Galicia, el antiguo convento lucense. En realidad, la
nobleza portuguesa que rodea a Afonso Henriques rompe con el rey de León y
también con los grandes señores de la Galicia lucense: el conde Fernando Pérez
de Traba[9]
y, señaladamente, el arzobispo de Santiago, Diego Xelmírez[10].
Queremos decir que la línea de demarcación gallego-portuguesa fijada en 1169,
después de 40 años de pugnas, es asimismo una consecuencia de hechos militares
que enfrentaron a los grandes señores gallegos entre sí, según fueran del rey
de Castilla o del rey de Portugal, primeros protagonistas por tanto de los combates
por la soberanía de Galicia. No parece que la gente común participara por sí
misma en dichas luchas fronterizas[11].
Hasta
1169, la inestabilidad y el cambio de dominio, hacen de las dos márgenes del
río Miño una marca, una región de frontera más que una línea definida y
estable. Después de 1169 tenemos fijado, en lo fundamental, lo que va a ser el
límite jurídico-político entre Galicia y Portugal hasta hoy día; separa la
provincia de Pontevedra de Minho, y la de Ourense de Minho y de Trás-os-Montes.
Ahora bien, las fronteras de los países son fruto de la historia más que de la
naturaleza[12].
Las fronteras naturales coadyuvan grandemente a precisar los límites políticos,
tal es el caso del río Miño, responsable de la nitidez de la línea divisoria
Pontevedra/Minho, mientras que la frontera en la zona del alto Limia y de
Trás-os-Montes se presta a una mayor vaguedad[13].
Como frontera estratégica el río Miño era decisivo: los grandes centros del
condado portucalense en el siglo XII -Braga, Guimarâes, Porto- estaban entre el
Duero y el Miño[14],
se comprende pues la tenacidad del primer rey de Portugal por controlar la
ciudad de Tui y llevar la frontera cuando menos más allá del Miño.
La
frontera gallego-portuguesa de finales del siglo XII tenía como objeto
delimitar las soberanías de los dos reyes en el noroeste peninsular. Pensamos
que la población de ambas márgenes del río Miño, una vez estabilizada la
frontera política, pocas dudas podía tener respecto de la jurisdicción real que
les correspondía[15].
En la Francia y en la Italia del siglo XII los habitantes conocían también las
fronteras públicas con la misma claridad que las fronteras diocesanas[16];
otra cosa bien distinta es la importancia práctica que en aquel momento le
daban los gallego-portugueses al hecho de la escisión jurisdiccional entre dos
reyes. De entrada sabemos que la frontera política recién creada no afectaba a
las fronteras eclesiásticas[17],
las cuales durante más de 200 años no tienen para nada en cuenta la línea de
demarcación entre dos estados.
A
lo que sí afecta la formación de la frontera política es al sistema de
fortalezas. Que la línea fronteriza permanece insegura, indecisa, se ve en la
línea que une los lugares fortificados siguiendo un trazado irregular,
semejante a veces a unos dientes de sierra. La estabilización del límite entre
los poderes monárquicos, el paso de una franja a una línea de demarcación,
conduce a una línea defensiva continua que dobla la frontera política[18].
Con todo, en las orillas del río Miño, la fortificación medieval no alcanza las
mismas proporciones que en siglo XVII[19],
ni se dan claramente las características de despoblación y dedicación militar
de los lugares de frontera, que obligaban a los agresores a adentrarse en el
territorio contrario en busca de una acción militar decisiva, como sucedía en
la frontera Portugal/León-Castilla[20].
La
frontera entre monarquías medievales incide poco en el tejido social; su
debilidad demarcadora guarda relación con la debilidad del poder real feudal.
Así se explica que los señores actúen a veces como si fuesen súbditos de dos
reyes: iglesias y monasterios gallegos mantenían relación y recibían donaciones
indistintamente del rey de Castilla y del rey de Portugal[21],
y el propio vínculo vasallático contempla la posibilidad de cambiar de señor,
incluso si éste era el rey[22];
prácticas fluidas a las que se prestaban especialmente los señoríos que estaban
cerca de la frontera.
Por
otro lado, los reyes cultivaban una política de atracción hacia los caballeros
"extranjeros", con el objetivo de organizar su propio bando en el
lado contrario: en las guerras de los siglos XIV y XV existieron bandos
portugueses en los reinos de Castilla y León, y bandos castellanos en el reino
de Portugal. Mientras la frontera no se moderniza, sobrevive la idea feudal de
negociar la fidelidad con el rey de que más favores se podían obtener, incluso
por parte de las comunidades populares de frontera[23].
En 1462 el rey de Portugal, Afonso V, visita el Miño, concediendo cartas de
privilegios a las localidades fronterizas gallegas que lo solicitaron ante él[24].
El
carácter superestructural de la frontera medieval, cierta provisionalidad
concunstancial que por fuerza tenía que influir en las mentalidades colectivas,
resultan reforzados si consideramos que los límites entre Castilla y Portugal
son, en el siglo XIV y XV, reversibles, sobre todo en lo tocante a Galicia[25].
La
batalla por la hegemonía peninsular, iniciada en 1356 y renovada en 1474, la
quiebra primero en Aljubarrota (1385) del hegemonismo castellano y después del
hegemonismo portugués en Toro (1476)[26],
de manera que las cosas quedaron como estaban, ayudó a mantener, a finales de
la Edad Media, la medievalidad de la frontera galaico-miñota, es decir, la
movilidad social y cultural entre ambas partes de la Galicia altomedieval.
2. Frontera medieval, frontera abierta
"Vivan
los dos reyes, moitos anos", decían con altas voces a finales del siglo
XVIII los testigos de vista presentes cuando vecinos de Meaus, en la raya de
Portugal por Ourense, querían construir una casa en terreno mixto y repartían
así: "de aquí para allí (y va caminando), por el Rey de Castela; de esta
parte a esta, por el Rey de Portugal"[27].
Este coto mixto, basado en privilegios de los dos reyes que permitían -a pesar
de la existencia de la aduana- comprar y vender en las ferias de ambos reinos
sin pagar impuestos, es una clara reminiscencia medieval: una pervivencia de
larga duración en la conducta y la memoria colectiva de los hábitos fronterizos
propios de la Edad Media. En 1864, los gobiernos de España y Portugal -a
iniciativa de Isabel II- pusieron fin a esta situación de privilegio
delimitando de nuevo la frontera, no debieron lograrlo totalmente ya que
tuvieron que volver sobre el asunto en 1866 y en 1896[28].
El problema obviamente no era tanto político, de trazar bien la raya
separadora, como de mentalidades colectivas.
Una
cosa es la frontera política y otra bien distinta la frontera mental. Dicho de
otra forma: la frontera política medieval no es, socialmente, una frontera
completa, mental y social, tal como la entendemos hoy. Veamos otro ejemplo.
Tocante al ejercicio de la justicia, el concejo de Ourense[29]
quiere obligar, en 1434, a unos vecinos de San Martín de Presqueira (Baños de
Molgas) a devolver el trigo que habían robado en Ponte Ambía a unos portugueses
de Vinhais[30];
en 1441, salen de nuevo los del concejo en defensa de unos vecinos de Portugal
que habían sido agraviados por los señores orensanos, Pedro Díaz de Cadórniga y
Martín Sánchez, oponiéndose la autoridad municipal a que los vecinos de Ourense
comprasen el ganado robado por aquéllos en su acción de represalia en el país
vecino[31].
Por
tanto, para la ciudad de las Burgas los de Portugal tenían los mismos derechos
que los naturales de Galicia, con independencia de que los delitos se
cometieran a uno u otro lado de la frontera, actuaban como si ésta no
existiera. Sin embargo, la existencia de legalidades separadas, ¿podía ser algo
desconocido para los letrados y dirigentes de Ourense? La frontera legal,
jurídica, viene a ser consecuencia directa de la frontera política entre las
jurisdicciones de los reyes, quienes en la Baja Edad Media pasan a crear la
ley, intentando el derecho estatal imponerse al derecho consuetudinario; esto
trae consigo, en el caso que nos ocupa, la exigencia de una política de
extradiciones entre los Estados, de modo que cada uno, mediante la colaboración
del otro, pudiera castigar los delitos perpetrados en su ámbito; o sea que se
trata de desarrollar -a finales de la Edad Media- la frontera política como una
frontera plena, mental y jurídica, por medio de la justicia pública.
En
1499, los Reyes Católicos confirman mediante provisión un acuerdo con Portugal,
para la mutua extradición de malhechores, que había negociado el alcalde mayor
de Audiencia de Galicia[32].
En el siglo XV se conocía bien la existencia de la frontera legal porque los
malhechores se aprovechaban de ello: estaba generalizada la costumbre de
traspasar la frontera Galicia/Portugal para huir de las responsabilidades
penales. Una prueba más del poco valor que en la Edad Media la gente le daba a
las fronteras, tal vez porque había muchas. Tampoco la ley servía de mucho. Y
volvemos entonces al problema de fondo: la debilidad política del Estado feudal
y la fuerza de las relaciones de mentalidad.
Jose
Marques investigó las relaciones galaico-miñotas a finales de la Edad Media[33],
concluyendo que en la "vida real das populaçôes" las relaciones eran
intensas y cordiales. A saber, la gente vivía como si no hubiese frontera.
Solían los gallegos hacer casamientos en Portugal[34],
echar a pastar al ganado en Portugal[35],
ordenar sacerdotes en Portugal[36];
y viceversa. Pero el gran problema de los reyes eran las relaciones
comerciales, necesitan cada vez más transformar la endeble frontera política en
una frontera económica. En 1455, Afonso V se dirige al marqués de Valença y al
Conde de Ourém al fin de que dispusieran guardias fiscales que impidieran la
entrada en Portugal de mercancías prohibidas -ganado, caballos, armas,
monedas-; en cambio, en 1462, el mismo Afonso V concede cartas de vecindad a
las villas gallegas fronterizas -A Guarda, Tui...- para que puedan comprar y
vender en las ferias de Camiña, Valença..., sin pagar tributos, como si fuesen portugueses,
contradiciendo por tanto la política real de cerrar la frontera por necesidades
fiscales y económicas[37].
Sin duda alguna es la mayor o menor efectividad de la aduana económica lo que
da la medida de la implantación de una frontera en un sentido moderno, actual,
orientación que según vemos se manifiesta contradictoriamente a mediados del
siglo XV.
A
pesar de Aljubarrota, y de las heridas de la guerra de sucesión (1474-1476), en
1485 el concejo de Valença llega a un acuerdo con Tui y su obispo, "compre
a aboa vezinages de uns e dos outros", sobre la cuestión de las barcas de
pasaje, de manera que el "estrageyro", venía a ser quien no era
vecino ni de Valença ni de Tui[38].
Saussure
decía que "personas que no se comprenden es que hablan lenguas distintas"[39];
pues bien, en el siglo XV, los gallegos y los portugueses del norte hablaban, e
incluso escribían, prácticamente la misma lengua[40].
En un pleito de principios del siglo XVI, se argumenta que el testamento de
Maior de Soutomaior era falso porque estaba parcialmente escrito en castellano
"y la dicha Doña Maior no sabia hablar castellano sino gallego cerrado por
ser vezina e natural deste reyno de Galicia y el escrivano de quien sonava
estar signado ansi mismo era gallego y no savia hablar castellano"; más
adelante leemos que la tal Doña Maior "vivia en el reino de Portugal"[41].
También
situándonos en la frontera Castilla/Portugal, más militar y menos comercial,
sin el pasado nacional común que vincula ambas márgenes del río Miño podemos
decir que la frontera medieval es una frontera flexible[42].
Fuera de los períodos de guerra, inclusive los lugares de la frontera
peninsular con el Islam venían a ser centros de convivencia entre moros e
cristianos[43],
pese a tratarse de la frontera entre dos formaciones económico-sociales[44].
Por último, la frontera propiamente feudal, que tiene la función de separar los
señoríos entre sí, también se caracteriza por su permeabilidad[45].
Realmente,
hay elementos suficientes para que algunos autores se hayan preguntado si
existe de verdad la frontera en la Edad Media[46].
Desde luego la respuesta es no si lo que tenemos en la cabeza es el concepto
moderno de frontera. Tampoco se supera la contradicción entre la idea
actual de frontera y la realidad medieval aplicando la noción moderna pero
apostillando que en las fronteras medievales no hay líneas de demarcación
precisas, porque haber hainas. Si a veces la frontera medieval parece
espacialmente confusa, imprecisa, es en todo caso, porque es básicamente una
frontera abierta, vista y sentida en el imaginario colectivo -nunca mejor
dicho; por definición se trata de una línea inventada, que es necesario imaginar-
como un dintel de una puerta abierta, mientras que nos representamos la
frontera moderna como una puerta cerrada a la que debemos llamar si queremos
entrar.
La
especificidad de la frontera medieval, hendidura espacial que no corta
demasiadas cosas en el cuerpo social, deriva de la especificidad de la
distribución de poderes en la sociedad feudal. Los señoríos -y las ciudades- porfiaban
de tal manera con la realeza por el control del espacio social, que las
fronteras y aduanas que generaban tenían tanta o más importancia que las
estatales, sobre todo en lo que toca a la vida económica, a los vínculos de
vasallaje, al sistema de fortalezas; la potencia y agresividad de los poderes
señoriales y sus derechos de paso en la Galicia bajomedieval guarda relación
directa con la debilidad del poder monárquico y de sus fronteras. La
multiplicidad y la fuerza de las fronteras interiores debilitaba las
exteriores, las cuales en el ámbito mercantil favorecían -como vimos antes- el
libre tránsito en mayor grado que lo que era habitual dentro de cada reino,
cuestión ésta particularmente cierta en toda la frontera Corona de
Castilla/Corona de Portugal, caracterizada por una gran liberalidad aduanera;
de hecho los ingresos fiscales del rey en Galicia venían principalmente de los
gravámenes sobre el tráfico de mercancías en el interior y en los puertos de
mar, si bien en la práctica eran los señores quienes usurpaban estas cuantiosas
rentas reales[47].
Como
en la raya de Portugal no había demasiados impuestos reales que usurpar, ni
derechos abusivos de portazgo que los señores de las fortalezas pudiesen
imponer, para los gallegos era una frontera más libre para el tránsito que los
límites jurisdiccionales de cada señorío, de cada fortaleza, pues era en el
interior del reino donde limitaciones y agravios en su movilidad, bienes y
personas[48].
Cinco años antes de la revolución irmandiña, Afonso V supo captar la gran
consideración en que los gallegos fronterizos tenían la libertad de paso a
Portugal, hasta el punto de perjudicar como ya dijimos los propios intereses
comerciales generales[49]
legalizando el contrabando; dando cartas colectivas de vecindad[50]
a las poblaciones de la antigua Galicia bracarense, el rey de Portugal dejaba
en efecto la frontera, mostrando al fin su voluntad reintegracionista respecto
a las comarcas al norte del Miño, lo que manifiesta claramente en 1476 con
motivo de la guerra de sucesión.
3. Cierre de fronteras y enemistades colectivas
En
el siglo XV la idea de reino de Galicia, o de reino de Portugal,
equivale a la idea de señorío de Galicia, o de señorío de Portugal[51]:
las entidades nacionales y/o estatales se imaginan pues como grandes señoríos.
Febvre escribió que para que tal tipo de estado existía tal tipo de frontera, y
como en la Edad Media el estado territorial se distinguía mal de las otras
formas espaciales de sociedad, tampoco las fronteras estatales tenían mucha más
importancia que los límites entre las soberanías particulares[52],
a menudo incluso menos. Se superponían sin coincidir las fronteras señoriales,
eclesiásticas y políticas; y las fronteras del rey no eran desde luego las que
más incidían en la vida cotidiana de la población.
La
transición a la modernidad va a significar la emergencia del Estado y el
cierre, en diverso grado y de diversa forma, de las fronteras medievales. De la
concepción medieval de las fronteras como un sistema de puentes bajo las cuales
vemos correr un continuum social y cultural, pasamos a un proceso de
concentración de la soberanía y de homogeneización del espacio social que
entraña: el fin de las aduanas señoriales interiores[53],
la nacionalización de las jurisdicciones y señoríos eclesiásticos y el control
comercial, fiscal, judicial, cultural, de las fronteras entre los Estados[54].
A
finales de la Edad Media, en la frontera gallego-portuguesa se mantienen
relaciones intensas de buena vecindad, según hemos comprobado más arriba, pero
también sucede que se alza una nueva frontera moral[55]
que con el tiempo se consolidará, echando a perder en buena medida las
relaciones tradicionales entre gallegos y portugueses, hasta hoy[56].
En
el contexto de las guerras por la hegemonía peninsular entre Castilla y
Portugal, en la segunda mitad del siglo XIV y en la segunda mitad del siglo XV,
se constituyen en el reino de Galicia sendos bandos: uno pro-Portugal y otro
pro-Castilla, el segundo acabó por triunfar en las dos guerras civiles. Síntoma
del grado alcanzado por la polarización mental, incluso en los medios
populares, son los motes e insultos que empiezan a dirigirse gallegos y
portugueses unos a otros; palabras ultrajantes que reflejan sentimientos
colectivos de mutua hostilidad deudores, en última instancia, de vastos
procesos de recomposición estatal y social.
Después
de 1385, Joâo I animó a los canónigos rebeldes -partidarios del Papa de Roma al
igual que Portugal- al obispo de Tui que era, lo mismo que Castilla, de la
obediencia del Papa de Avignon. La manzana de la discordia eran las propiedades
del obispado de Tui en Portugal, entre el Miño y el Limia, que al final
acabaron por quedar en Portugal, en el marco de una nueva política
nacionalizadora de las jurisdicciones eclesiásticas. Los tudenses llamaban chamorros
a los de Valença, donde se fueran a vivir los rebeldes canónigos para elegir un
nuevo obispo de Tui alineado con Roma y por tanto con Portugal. Todavía en
1424, el cabildo de Tui requiere al concejo para que no dejen entrar en la
villa a los rebeldes excomulgados de Valença, debiendo prenderlos "asi
clerigo como leygo"[57].
Anteriormente hicimos notar como 60 años después las relaciones Valença-Tui
habían recobrado su tradicional cordialidad. Pero el mote permaneció nada memos
que hasta mediados del siglo XX[58].
Chamorro significaba tener el pelo corto y la barba rapada,
moda propagada en Portugal a partir del rey Fernando (1367-1383), que sirvió
como pretexto para que los castellanos dieran un mal nombre a los portugueses
al quedar "ressentidos de batalha de Aljubarrota, donde os poucos que
puderam fugir, levaram eternos motivos de chorar"[59].
Fernâo Lopes pone en boca del derrotado Juan I de Castilla: "Fuyo de
chamorros ...", lo cual venía a ser una gran "deshomrra"[60].
La verdad es que la voz chamorro (el "que tiene la cabeza
esquilada") podía adquirir unas connotaciones muy peyorativas: "corto
de haberes, pobre, vil"[61].
La relación entre andar con el pelo corto y su sentido ultrajante es más que
probable que esté en la identificación simbólica de la falta de cabello con la
servidumbre y la minusvalía[62].
Tenemos pues la frontera moral erguida.
Vayamos
ahora del tiempo de Aljubarrota al tiempo de Toro. Durante la guerra de
sucesión, escasamente un siglo después de Aljubarrota, los gallegos y los portugueses
desarrollaran tanta destreza en deshonrarse mutuamente que dichas habilidades
pronto tuvieron su aplicación militar. Los hombres del arzobispo Fonseca y del
Conde de Monterrei provocaron a los portugueses de Pedro Álvarez de Soutomaior
llamándoles "sebosos, cabrones, que no eran buenos para nada sino para
comer bofes de vaca"; y a su vez los portugueses "arremetieron a los
enemigos diciendo: `Esperad, ladrones gallegos, páparos, torrezneyros'";
el de Soutomaior no pudo evitar que sus hombres cayeran en la celada que los
del bando de los Reyes Católicos les tenían preparada, tal era la fuerza
provocadora de los agravios: fueron muertos o presos 150 portugueses en la
batalla, defensores de la causa de Afonso V, partidario de la reintegración de
Galicia en Portugal.
Tenemos
dudas de que el cierre de las fronteras medievales fuera posible, y completo,
sin esta aportación de las enemistades nacionales propias de la modernidad.
Ninguna medida fiscal o burocrática habría logrado mejores resultados, que la difusión
de unas mentalidades nacionales refractarias, a la hora de alejar a la gente de
una secular convivencia y trato internacional; de ahí el interés actual de
investigar las mentalidades de frontera, sobre todo si consideramos que
-¡ironía de la historia!- quinientos años después se está recuperando una
frontera abierta en el contexto de la Unión Europea.
Hemos
dicho que a cada tipo de sociedad y de Estado corresponde, en líneas generales,
un tipo de frontera; valdría decir asimismo que a cada tipo de frontera
corresponde un tipo de autoconciencia nacional. Por consiguiente, el fenómeno
del cierre de la frontera medieval, ¿no va parejo con la tendencia moderna a
expresar el conocimiento colectivo de la propia identidad de forma negativa,
contra las comunidades vecinas?
*
Publicado en "O cerre da fronteira medieval entre Galicia e Portugal", Sociedade, cultura e
mentalidades na época do "Cancioneiro Geral" (Actas do Congresso
Internacional "Bartolomeu Dias e a sua época", Porto, setiembre de
1988), volume IV, Porto, 1989, pp. 461-473; "La frontera medieval entre Galicia
y Portugal", Medievalismo, Madrid, nº 4, 1994, pp. 27-39; "Portugal,
fronteira aberta", ¡Viva El-Rei! Ensaios medievais, Vigo, 1996, pp.
117-133; www.cbarros.com.
[1]
José MATTOSO, O essencial sobre a formaçâo da nacionalidade, Lisboa,
1985, pp. 39-40.
[2] Conforme nos acercamos a los tiempos
modernos, se hacen más largas las ausencias de los reyes de Castilla y León en
el cada vez más lejano reino de Galicia. Cf. Carlos BARROS, Mentalidad
justiciera de los irmandiños, siglo XV, Madrid, 1990, pp. 27-29.
[3] Humberto BAQUERO MORENO, "Areas de
conflicto na fronteira galaico-miñota no fim da Idade Media", II
Colóquio Galaico-miñoto, I, p. 54.
[4]
Pascual GALINDO ROMEO, Tuy en la Baja Edad Media (siglos XII-XV),
Madrid, 1923, pp. 21-24; Alexandre HERCULANO, História de Portugal, I,
1980, pp. 401-403, 407-408, 413-421, 437-438, 559-566.
[5] A. HERCULANO, op. cit., pp. 413-415;
Benito VICETTO, Historia de Galicia, Ferrol, 1872, Ed. Facsímil, Lugo,
1979, pp. 106-111; J. MATTOSO, Identificaçâo de um país, I, Lisboa,
1985, p. 187.
[10] Entre 1124 y 1131, se suceden los problemas
por la legacía y la jurisdicción eclesiástica con el arzobispo de Braga y con
el obispo de Coimbra, Historia Compostelana, Ed. de José CAMPELO,
Santiago, 1950, pp. 358, 394, 434-435, 458; Xelmírez acompaña en 1127 con su
ejército a Alfonso VII contra los portugueses, ídem, pp. 397-398; en
1137 contribuye con dos mil sueldos para que el emperador de León recupere Tui,
de nuevo conquistada por Afonso Henriques, y se dispone a juntar otro ejército,
ídem, p. 508.
[11] Consta que Xelmírez, en 1127, "obligó a
los compostelanos, parte con ruegos, parte por la fuerza, a seguirle en aquella
expedición", Historia Compostelana, p. 398.
[12] Lucien
FEBVRE, Frontière: le mot et la nation, Por une histoire à par entière,
París, 1962, p. 21.
[13] José MATTOSO, Identificaçâo de um país,
pp. 194-195; en 1418, tiene lugar un acto notarial en la tierra de A Limia,
para "marcar e divisar en o termo entre Portugal e Galiza con homes bos
dambos dos reinos en esta maneira", resultando unos linderos, la raya de
Portugal, basados en puntos de referencia del paisaje, publica José Ramón FERNÁNDEZ OXEA, ed., Descripción de
los Estados de la Casa de Monterrey en Galicia, por D. Pedro González de Ulloa
(1777), Santiago, 1950, pp. 92-9.
[15] En la Corte de Castilla, siglos después, en cambio
seguían algunos sin ver claro dónde acababa Galicia y empezaba Portugal, puesto
que escribía el cronista que, en 1372, "avian tomado un logar de Galicia
que dicen Viana", Crónica del Rey Enrique II, BAE, nº 68, Madrid,
1953, p. 14.
[16] Rita COSTA GOMES, "Sobre as fronteiras
medievais: A Beira", Revista de História Económica e Social, 21,
1987, pp. 58-59; la frontera del río Miño malamente puede considerarse
imprecisa como dice Roger Dion, y sólo referenciable por medio de castillos y
poblaciones fuertes, según Herculano, ibidem, aunque tales afirmaciones
sean correctas para el período anterior a 1169.
[19] Jaime GARRIDO RODRÍGUEZ, Fortalezas de la
antigua provincia de Tuy, Pontevedra, 1987, p. 250; A. H. OLIVEIRA MARQUES,
Portugal na crise dos séculos XIV e XV, Lisboa, 1987, p. 347.
[20] José Luis MARTÍN, "Notas sobre la
frontera medieval entre Portugal y Castilla", 1383-1385 e a Crise Geral
dos Séculos XIV/XV. Jornadas de História Medieval. Actas, Lisboa, 1985, pp.
156-157.
[21] Ermelindo PORTELA SILVA, La Región del
Obispado de Tuy en los siglos XII al XV, Santiago, 1976, pp. 244 ss.;
véanse cartas reales portuguesas en favor del monasterio de Oia, de los años
1340-1455, en Luis SÁNCHEZ BELDA, Documentos reales de la Edad Media
referentes a Galicia, Madrid, 1953, pp. 462, 465, 533, 538, 539 543, 559,
560, 565.
[22] De Paio Sorred, cabeza del linaje de los
Soutomaior en Galicia, dice el genealogista: "tan buen Cavallero como otro
qualquier de su tiempo, preciado tanto de los reyes, i altos señores, que cada
uno le quería consigo", Nobiliario del Conde de Barcelos, Madrid,
1646, p. 381.
[24]
José MARQUES, Acçao governativa de D. Afonso V durante a visita ao Minho, em
1462, Braga, 1984.
[25] En 1476, después de su victoria en la batalla
de Toro, Afonso V propone -sin resultado- a los Reyes Católicos, dentro del
tratado de paz, que por los derechos que como esposo de la hija de Enrique IV,
"tinha nos Regnos de Castella, lhe soltassem liuremente algua parte do
senhorio della, e que esta seria ho regno de Galiza como todos seus
termos", Crónica do Príncipe D. Joâo de Damiâo de Góis, ed. de
Graça Almeida Rodrigues, Lisboa, 1977, p. 128.
[29] Su alejamiento de la línea fronteriza hace
más representativa del conjunto de los gallegos la mentalidad al respecto de
los burgueses orensanos.
[30] Publica Xesús FERRO COUSELO, A vida e a
fala dos devanceiros. Escolma de documentos en galego dos séculos XIII ao XVI,
II, Vigo, 1967, pp. 258-259.
[33] José MARQUES, Relaçoes económicas do norte
de Portugal com o Reino de Castela, no século XV, Braga, 1978; Relaçôes
galaico-bracarenses, no século XV, segundo as matrículas de ordens do Arquivo
Distrital de Braga, Ponte de Limia, 1981; Acçâo governativa de D. Afonso
V durante a visita ao Minho, en 1462, Braga, 1984; O mosteiro de Oia e a
granja de Silva no contexto das relaçôes luso-castelhanas dos séculos XIV-XV,
Porto, 1985; Cartas inéditas de D. Joâo I do Arquivo Histórico Nacional de
Madrid, Braga, 1985.
[36]
Fenómeno indicativo de una potente relación informativa, J. MARQUES, Relaçôes
galaico-bracarenses..., p. 342.
[37] J. MARQUES, Relaçôes económicas ..; Acçâo
governativa...; es más que probable que el interés del rey de Portugal en
mantener buenas relaciones con el reino de Galicia -e internamente con la
región del Miño- tenga que ver la política, manifestada catorce años después,
de integrar a Galicia en el reino de Portugal (véase nota 25).
[38] ACT, Libro Becerro, I, fol. 244-245, publ.
Ernesto IGLESIAS ALMEIDA, Los antiguos "portos" de Tuy y las
barcas de pasaje a Portugal, Apéndice doc. nº 2.
[40] Véanse, por ejemplo, los documentos
portugueses mentados en las notas 30 y 38; también Henrique CHAO ESPIÑA,
"Algumas diferenças entre o Galego e o Portugués", Bracara Augusta,
nº.
59-62, 1971-1972, pp. 238-248.
[41] Memorial ajustado del pleito Teresa de
Sotomaior / García Sarmiento sobre la fortaleza de Fornelos, Biblioteca
Museo de Pontevedra, Colección SOLLA, caja 60, fol. 9, 10, 55.
[42] J.L. MARTÍN, "Notas sobre la frontera
medieval entre Portugal y Castilla", 1383/1385 ..., pp. 155, 157, 158; J.
MARQUES, Relaçôes económicas ..., pp. 17, 18, 39.
[43]
Angus MACKAY, La España de la Edad Media. Desde la frontera hasta el Imperio
(1000-1500), Madrid, 1985, pp. 214-222.
[44]
Reyna PASTOR, Del Islam al cristianismo. En las fronteras de dos formaciones
económico-sociales, Barcelona, 1985, pp. 9-17.
[45] P. PEYVEL, "Structures féodales et frontières
médiévales: l'exemple de la zone de contact entre Forez et Bourbonnais aux
XIIIe et XIVe siècles", Le Moyen Age, 1, 1987, pp. 80 ss.
[46] José Antonio MARAVALL, "Estado Moderno y
mentalidad social (siglos XV a XVII)", I, Madrid, 1972, p. 121; P. PEYVEL,
op. cit., p. 51; R. COSTA GOMES, op. cit., pp. 57-58, 61.
[47]
Miguel Ángel LADERO QUESADA, La Hacienda Real de Castilla en el siglo XV,
La Laguna, 1973, pp. 80, 119-125.
[54] J.L. Martín estudió el paso de una frontera
flexible entre Portugal y Castilla a una frontera rígida, sobre todo después de
los hechos 1383-1385 en "Notas sobre la frontera medieval entre Portugal y
Castilla", 1383/1385...
[56] Para los tiempos más recientes, véanse Ramón
VILLARES, "As relacións da Galiza con Portugal na época
contemporánea", Grial, 81, 1983, pp. 301-314.
[58] "En la comarca norte de Galicia aún hace
pocos años se daba este nombre [chamorros] a los gallegos de la raya del
Miño", Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense, XII,
1939-1940, p. 235.
[59] Joaquim de SANTA ROSA DE VITERBO, Elucidário
das palabras, termos e frases, II, Porto-Lisboa, 1966, p. 93; A.H. OLIVEIRA
MARQUES, A Sociedade medieval portuguesa, Lisboa, 1981, p. 61.