Historia de las mentalidades: posibilidades actuales*
Carlos Barros
Universidad de
Santiago de Compostela
La propia vastedad del
campo de investigación que se reclama en este momento de la historia de las
mentalidades, dificulta una definición, que tampoco sea quizás conveniente en
su sentido más estrecho y formal, por aquello de que las definiciones son como
cárceles... Y que no hay nada más estéril que enzarzarse en una discusión sobre
la definición convencional de una noción que hace referencia a algo tan extenso
como la mente humana en la historia. Pero, en todo caso, hay que delimitar de
alguna manera el territorio de la historia de las mentalidades si queremos
entendernos. Rigiéndonos por la propia práctica investigadora, y sin
pretensiones de encontrar la fórmula feliz que todo lo aclara, avanzaremos
elementos definitorios, cuya eficiencia científica dependerá sobre todo de la ayuda
concreta que puedan prestarnos a la indagación y a la comprensión de las
mentalidades históricas.
La mentalidad global y sus
componentes
Definiendo el todo por
las partes, y buscando una relativa convergencia del objeto de la historia de
las mentalidades con los objetos de las diferentes ramas de la psicología como
ciencia social, interesa distinguir cinco componentes en la mentalidad: (1) lo
racional, (2) lo emotivo, (3) lo imaginario, (4) lo inconsciente y (5) la
conducta. Los cuales corresponden a distintos modos de percibir la realidad y/o
de actuar sobre ella, y se entrelazan y superponen unos con otros, de forma que
cada función o manifestación mental aparece coloreada por un(os) componente(s)
más que otro(s), mezclados químicamente: el todo naturalmente no se reduce a la
suma de los componentes. Aquellas mentalidades que más pueden concernir al
historiador que predica una historia explicativa y persigue totalidades
protagonizadas por colectivos, raramente equivalen a una relación psicológica elemental
de los sujetos con su entorno, son mentalidades globales a menudo intrincadas,
de difícil discernimiento sin dilucidar antes las formas mentales más
sencillas, básicas.
Vayamos con el primer
componente. Dentro del estudio de lo racional habría que encuadrar la
historia cultural e intelectual, de las ideas y de la filosofía, y en el
terreno estricto de la historia social la exploración de la conciencia[1]. Bajo la influencia primeramente de la antropología que estudia las
culturas primitivas[2], y después de la psicología interesada por la
vida mental de los niños[3], la noción de mentalidad es recogida por Marc
Bloch y Lucien Febvre a principios de siglo y aplicada a la historia,
justamente para aprehender aquellas funciones psíquicas que cayendo fuera del
pensamiento lógico, explican no pocos comportamientos colectivos. Norbert Elias
resume su investigación sociopsicológica sobre el tránsito a la modernidad y a
la civilización, planteando como problema general del cambio histórico el que
"este cambio en su totalidad no está planificado 'racionalmente", y
añade más concretamente: "Es impensable que el proceso civilizatorio haya
sido iniciado por seres humanos capaces de planificar a largo plazo y de
dominar ordenadamente todos los efectos a corto plazo, ya que estas
capacidades, precisamente, presuponen un largo proceso civilizatorio"[4]. Esta es la cuestión, el historiador no puede trasladar a épocas
pretéridas formas de pensar y de actuar que han sido el resultado de siglos de
historia. Un concepto como el de mentalidad que al mismo tiempo incluye y
supere el pensamiento racional, la conciencia y la ideología, en caso de que no
existiera, habría desde luego que inventarlo para investigar con rigor la
acción humana en la historia.
Lo emotivo[5] elevado a objeto de investigación histórica, en el cuadro de la historia
de las mentalidades, comienza sin duda, en 1932, cuando Georges Lefebvre
publica La Grande Peur de 1789. Marc Bloch en 1939-1940 titula un
capítulo de La société féodale "Formas de sentir y de pensar".
Lucien Febvre a su vez, en los años 50, publica varios trabajos, usualmente en Annales,
esbozando las características de una historia de los sentimientos y de la
sensibilidad, adelantando y animando temas como el terror, la muerte y el
sentimiento de seguridad[6]. La última aportación de la historiografía
francesa -la más fructífera todavía en historia de las mentalidades[7]- en esta parcela específica, son las obras de Jean Delumeau sobre el miedo
y la seguridad en la Baja Edad Media y la Edad Moderna[8].
Existe un sector de
las mentalidades colectivas ocupada por la imaginación, capacidad mental que
interviene en los procesos de conocimiento y motiva en tal medida la acción
humana que su toma en consideración, por parte de la historiografía más
renovadora, bastaría para justificar el salto epistemológico de la historia de
las ideologías a la historia de las mentalidades. ¿Qué entendemos entonces por imaginario[9]? El conjunto de las representaciones mentales -ante todo reproducciones
gráficas: imágenes- por medio de las cuales los hombres reconstruyen un mundo
interior distanciado de la realidad material, que deviene así realidad
inventada. La historia de las mentalidades como historia del imaginario que ha
tomado en primer lugar de la antropología métodos para analizar imágenes y
símbolos[10], además de echar mano de la historia del arte y de la literatura y de sus
fuentes específicas, se concentra últimamente en el estudio de las
representaciones sociales[11], noción utilizada por los historiadores al calor
de su expansión actual de la mano de la psicología social[12], lo que prueba una renovada alianza entre la historia y la psicología. El
concepto de representación social ensancha pues el dominio original de lo
imaginario como simbolismo, facilita la conexión de las representaciones
mentales con las totalidades sociales y la utilización de todo tipo de fuentes
históricas, además de las iconográficas y literarias, para averiguar el
imaginario colectivo[13]. Un tema historiográfico donde predomina el
componente imaginario de la mentalidad es, por ejemplo, la representación
social del rey2, que ha dado ya pie a una importante bibliografía[14].
Si hay un factor
psicológico cuya intervención en la historia humana es negada con más fuerza
por el historiador positivista: es lo inconsciente[15]. Reticencias que con frecuencia son, paradójicamente, inconscientes:
¿quién puede negar conscientemente la irreversibilidad de la revolución
científica de Freud, descubridor de la importancia de los procesos mentales que
actúan sobre la conducta y escapan a la conciencia? Cuestión aparte son las
dificultades metodológicas que se presentan para la verificación empírica de
hipótesis basadas en prácticas inconscientes[16], las cuales no obstante contribuyen a descifrar hechos y problemas históricos
cuya comprensión global resulta impermeable a un enfoque más tradicional.
La aplicación de los
descubrimientos de Freud a la historia tuvo entre sus primeros seguidores a
freudomarxistas como Wilhem Reich y otros[17]. Pierre Vilar sigue esta misma senda en su última obra sobre los
nacionalismos para una colección histórica que, dirigida por Jacques Le Goff,
se publicará simultáneamente en varios países europeos. Por otra parte, existe
toda una corriente historiográfica norteamericana (que hasta el día de hoy no
ha tenido eco en Europa[18]), la psicohistoria[19], que promueve el estudio de la historia por medio de las categorias
psicoanalíticas, alimentando dos revistas: The Psychohistory Review,
dentro del ámbito de la asociación nacional de historiadores, y Psychohistory
Review. The Journal of Psychohistory, fundada por LLoyd de Mause,y menos
preocupada por la aceptación académica de dicha disciplina. Añadir que quizás
la técnica psicohistórica que suscita más recelos de los historiadores de
profesión sea la empatía, el uso abusivo de la intuición para, ubicándose el
autor en el lugar del sujeto histórico, acceder a la realidad de "lo que
sucedió realmente"...[20]
Como quinto componente
de la mentalidad hemos puesto la conducta: lo que el hombre hace -que incluye
lo que dice, es decir, el lenguaje-. En un sentido estricto, plenamente
conductista, la actividad humana observable no forma parte de la experiencia
interior, mental, pero la necesaria convergencia de la historia de las
mentalidades con todas las diciplinas vecinas más experimentadas en la
investigación de la psique humana, nos estimulan a no desdeñar ningún campo de
investigación que lo sea de la psicología científica en sus distintas
tendencias, a saber, psicología conductista, psicología cognitiva y psicología
del insconsciente, sin ignorar que el mayor grado de identidad en cuanto al
objeto tiene lugar entre historia y psicología cognitiva, y muy especialmente
entre historia social y psicología social. Por lo demás la inclusión de los
comportamientos colectivos en el territorio de la historia de las mentalidades,
permite un mayor intercambio de ésta con la antropología histórica (interesada
por los gestos[21] y los rituales, el juego y la fiesta, la
tradición[22], por ejemplo) y con la nueva historia sociocultural, y en general la
concordancia con la tendencia creciente de las ciencias sociales al estudio de
las prácticas sociales, culturales y privadas[23]. Así conforme el territorio de historia de las mentalidades se ha ido
ampliando, los objetos estudiados guardan menos relación con lo estrictamente
mental y tienen más que ver con ese dominio epistemológicamente menos limitado
que es la subjetividad humana.
Destacemos de la
actividad práctica de los hombres tres temas historiográficos, entre los muchos
posibles, cuya explotación puede ser -mejor dicho, está siendo ya- productiva
desde el punto de vista de las mentalidades: el vocabulario[24], la vida cotidiana[25] y la violencia[26]. La investigación histórica de la violencia sigue en la actualidad tres
direcciones principales: la violencia cotidiana a la manera de la antropología
social[27]; la violencia como criminalidad y como represión, que entronca con una
historia renovada de la justicia y del derecho[28]; y la violencia colectiva, cuyo estudio añade una nueva dimensión a la
historia de los conflictos, las revueltas y las revol1uciones[29].
La actividad humana,
desde las palabras y los gestos hasta los grandes hechos, colectivos y
personales, entra en el campo de interés de las historia amplia de las mentalidades,
reformulada como historia subjetiva, por partida doble: constituye el aspecto
práctico de la psicología, la conducta, y es, además de ello, una fuente
capital para el estudio de la mentalidad en su conjunto[30]. Cada acto humano viene acompañado del entorno mental que forman sus
motivaciones, sus conexiones con otros actos, sus consecuencias; partiendo de
las acciones podemos llegar por tanto a su contexto psicológico. Ningún otro
componente de la subjetividad humana detenta tan claramente la doble función de
la práctica: a la vez objeto y sujeto, fuente y tema de la investigación.
Definiendo pues la
mentalidad como la manera de pensar, de sentir, de imaginar y de actuar, nos
aproximamos analíticamente a una realidad subjetiva que se presenta en la
realidad, según ya dijimos, como una mezcla química de esos cuatro y aún de
otros más elementos simples, que constituye en suma un sistema mental.
Precisemos que la mentalidad que busca el historiador en la sociedad del pasado
suele ser global desde cuatro puntos de vista: a) Formas mentales complejas[31] como la memoria, las actitudes, las
creencias o los valores. b) Mentalidades en función de un tema: tiempo,
espacio, naturaleza, trabajo, poder, institución, acontecimiento, revuelta, propiedad, dinero, justicia,
igualdad, naturaleza, locura, vida, muerte. c) Mentalidades en función de un
sujeto: individuo, estamento, clase, profesión, género, grupo de edad, minoría,
nación, civilización. d) Mentalidades en función de un período temporal
concreto.
Sobra decir que el
objeto específico de la investigación histórico-psicológica resulta de las
combinaciones más diversas. Ejemplos hipotéticos: la creencia en una
institución por parte de los habitantes de un país en un momento dado de su
historia, las actitudes hacia una acontecimiento de una colectividad definida
por un ámbito y un tiempo determinados, o la evolución del imaginario
igualitario dentro de una clase social en la larga duración.
En la medida, por otra
parte, en que la historia de las mentalidades se desarrolla y ramifica hasta la
dispersión (todavía no es el caso de España), se imponen síntesis de los
resultados de la investigación[32], balances y si es preciso rectificaciones, pensando en una historia de las
mentalidades que ayude a entender los grandes y pequeños acontecimientos del
pasado a partir de la subjetividad humana, sin olvidarse de las conexiones de
ésta con la historia objetiva de la base material de la sociedad, quizás lo que
conviene en historia no es tanto describir, sea la economía sea la política sea
la mentalidad, como explicar relaciones del tenor siguiente:
subjetivo/objetivo, mental/material, corta/larga duración, cambio/estructura...
Las fuentes y el método
A diferencia de otras
disciplinas históricas, como la historia económica o la historia política, que
tienen más o menos sus fuentes específicas, las fuentes de la historia de las
mentalidades son todas las fuentes históricas. Incluso la ausencia de
fuentes y de datos (lo no-dicho, los silencios cargados de significado) devienen
en fuente para el estudio de lo mental colectivo. Siendo relevantes para el
historiador de las mentalidades, tanto los testimonios de personas que
obtenemos de las fuentes como los hechos de que informan éstas: las acciones
humanas, según vimos, son también una fuente para inferir la mentalidad.
Amplitud de fuentes
que viene a ser consecuencia de la amplitud de la temática: la subjetividad
humana. En realidad la novedad epistemológica que aportan al conocimiento
histórico la historia de las mentalidades y la antropología histórica, ¿qué es
sino enfocar el pasado desde el punto de vista del actor, desde el
"interior"? La cuestión no es sólo en consecuencia descubrir nuevos
territorios y fuentes sino también revisar, desde el ángulo subjetivo, los viejos
territorios y fuentes de una historia que, recordemos, ha ganado su
reconocimiento como ciencia a fuerza de tratar como objetos los hechos y las
huellas del pasado. El reto ahora no es otro que tratar científicamente la
acción y la visión del sujeto de la historia.
Las fuentes narrativas
tradicionales de la historia política no están siendo demasiado utilizadas por
los historiadores de las mentalidades, quizás porque el acontecimiento
histórico como tal, la corta duración, no es todavía materia habitual de
trabajo para indagar la mentalidad[33]. Las fuentes notariales y judiciales, explotadas principalmente por la
historia demográfica, económica y social, empiezan sin embargo a ser más
empleadas por el historiador de las mentalidades, especialmente los procesos[34] y los testamentos[35].
Para entender la
subjetividad pasada el historiador general precisa también echar mano de las
fuentes propias de la historia cultural, mucho menos útiles para el estudio los
hechos políticos y socio-económicos. Nos estamos refiriendo a la historia de la
literatura, del arte, de la filosofía, de la religión, de la educación y de la
ciencia[36]; subdisciplinas que han nacido del
desarrollo diacrónico de áreas del conocimiento cultural que buscan de
este modo el origen y la evolución en el tiempo de su objeto.
La convergencia de temas, fuentes y métodos
enriquece tanto la historia general como las dichas especialidades históricas[37]. El redescubrimiento de las fuentes de la cultura erudita por parte del
historiador general, tiene lugar al mismo tiempo que se revalorizan objetos y
fuentes culturales que antes eran considerados menores (prensa, fotografía[38], literatura e arte populares, entre otros), o se negaba simplemente que en
verdad fuesen fuentes históricas, como es el caso de la cultura oral o de los
documentos personales. Fuentes inexploradas que dan lugar incluso a nuevas
subdiciplinas, verbigracia, la historia oral[39].
La ampliación del
territorio del historiador a lo mental en general, y a lo imaginario en
particular, conduce por consiguiente a un nuevo aprovechamiento heurístico de
la obra literaria, doctrinal o artística, y por otro lado esta irrupción del
historiador general -formado como historiador social por lo regular- en el
campo de la historia cultural aporta a los historiadores de estas
subdisciplinas -reafirmando en ocasiones tradiciones anteriores- el enfoque sociológico y psicológico, y
también la preocupación por el sujeto colectivo, anónimo, popular.
La perspectiva que se
ofrece al historiador de las mentalidades que bucee en las fuentes clásicas de
tipo literario, iconográfico[40] y doctrinal, es inmensa, aunque se va a encontrar conque muchos temas que
son nuevos para la historia general son antiguos para los historiadores de la
literatura o del arte, existiendo ya una bibliografía, a menudo extensa, al
respecto. La rama historiográfica donde, a partir de la renovación que supuso
la antropología histórica[41] y la historia de las mentalidades[42], la síntesis historia general/historia particular se ha producido tal vez
antes y mejor sea la historia de la religión[43].
Si para el historiador
de las mentalidades en principio todas las fuentes son válidas, y aún la
novedad de su objeto pone de relieve nuevas fuentes, no ocurre lo mismo con el
método y las técnicas a aplicar: para estudiar la subjetividad es, por
supuesto, necesario una metodología específica, no llega con el modus operandi
general de los historiadores. Lo sorprendente sería lo contrario, ¿acaso la
historia social o la historia económica o la historia del arte no tienen su
propio método de trabajo? Hay herramientas y enfoques metodológicos de la
historia como ciencia social que conciernen a todas sus ramas, pero es la
singularidad del objeto de investigación, en este caso la mentalidad, lo que
obliga a descubrir y a producir medios singulares de interrogar a las fuentes y
de verificar las respuestas que se van obteniendo. Y para sacar conclusiones
mentales de un texto, un hecho, un testimonio o una imagen (o de la ausencia de
ellos) es menester buscar inspiración en las ciencias sociales más
experimentadas en los temas de la psique, esto es, la psicología y la
antropología[44]. De la misma forma que la historia ha colaborado
con la geografía, la sociología y la economía para construir el método de la
historia social y económica, ha de cooperar con la antropología y la psicología
para fabricar las instrumentos que permitan el acceso a la subjetividad humana.
La historia de las mentalidades es interdisciplinar o no es[45]. Cierto que el factor tiempo prohibe tratar los hechos históricos,
materiales o mentales, como si fuesen actuales[46], aconsejando la diferencia de objeto el intercambio más que el trasplante,
entre la historia y sus disciplinas vecinas[47]. Siendo conscientes de la importancia capital de sus contribuciones genéticas
y diacrónicas, los historiadores debemos aprender de las ciencias sociales que
van por delante en la tarea de dar un tratamiento científico a la mentalidad,
con el mismo entusiasmo y los buenos resultados con que algunos estudiaron los
tratados de geografía, sociología o economía en los tiempos en que arrancaba la
nueva historia, sin que ello tenga naturalmente porque implicar dependencia de
dichas disciplinas.
Un producto francés
La historiografía de diversos
países ha recorrido con diferentes pero convergentes resultados el camino que
va de lo objetivo a lo subjetivo. La experiencia renovadora que más influye
entre nosotros, positiva y negativamente, es, a que dudarlo, un producto
francés: la historia de las mentalidades. La prueba es que, en España, por ese
nombre se conoce en el presente la historia de la subjetividad humana en
general, las nuevas temáticas de la antropología, la cultura y la psicología
aplicadas a la historia. A nosotros nos parece teóricamente mucho más claro
denominar historia subjetiva a una constelación de nuevas historias que
tienen por objeto al sujeto, distinguiendo en su interior (ni por su origen,
materias o métodos, se trata de campos verdaderamente homólogos) cuando menos:
la historia de las mentalidades en su sentido más estricto, la antropología
histórica, la historia socio-cultural y la psicohistoria. La cuestiónes que,
hoy por hoy, estas cuatro denominaciones se utilizan a menudo sinónimamente,
tendiendo cada una de ellas a englobar el espacio de las otras. En la misma
Francia se entiende la historia de las mentalidades comola gran abarcadora de
temas superestructurales; el término más extendido en la historiografía mundial
es, por lo demás, el de antropología histórica o social; valiéndose de la
cultura en su acepción más amplia, la historia cultural también se usa en
ocasiones para designar todo lo subjetivo; en los EE. UU. se identifica con
frecuencia la historia de las mentalidades como psicohistoria; etcétera. El peso
innegable de las tradiciones nacionales obstaculiza, junto con otras causas, la
clarificación y el establecimiento de relaciones de comunidad y de parentesco
entre estas líneas paralelas -que se interpenetran- de la investigación
subjetiva. Con todo, la historia francesa de las mentalidades ocupa por méritos
propios un papel central en la génesis y en la realidad floreciente de una
historia subjetiva que protagoniza una investigación de vanguardia en distintos
países e historiografías, incluyendo las historiografías marxistas[48].
En su afán por
combatir la historia tradicional, descriptiva y événementielle, y por construir una nueva historia explicativa,
social y total, Marc Bloch y Lucien Febvre, fundadores en 1929 de la revista Annales,
avanzaron dos líneas de investigación, de entrada interconectadas pero que
ulteriormente se bifurcaron: la historia económico-social y la historia de las
mentalidades[49]. La primera fue haciéndose predominante en
Francia a partir de la II Guerra Mundial, especialmente en los años 60, siendo
desplazada de su posición hegemónicas por la historia de las mentalidades a lo
largo de los años 70[50]. De modo que en los 80 asistimos al climáx de una
historia de las mentalidades que se expande y contagia a las disciplinas más
próximas, perdiendo la noción de mentalidad en definición precisa lo que gana
en extensión, en beneficio de una emergente antropología histórica, merced al
empuje de la antropología en el conjunto de
las ciencias sociales y al peso de las historiografías anglosajonas. El
reciclaje de la historia de las mentalidades -que comporta una suerte de
segundo impulso- como antropología histórica, durante la década pasada, ha
favorecido la homologación francesa con pujantes historiografías, en primer
lugar las anglosajonas, resistentes al hegemonismo francés, actualmente demodé, en el mundo intelectual[51]. Las reservas, cuando no los prejuicios, hacia lo francés no dejan de
constituir una moda más.
El "error"
francés, cuya rectificación hay que contemplar en el marco del tournat critique en marcha de la
historiografía del país vecino, ha sido manifiestamente separar -siguiendo el
péndulo- la historia social -y la psicología social- de la historia de las
mentalidades, ello ha posibilitado colaboraciones realmente innovadoras con la
antropología, el arte, la literatura, y otras disciplinas de lo subjetivo, pero
también ha alejado a la nouvelle histoire
de la historia total,... y de otras historiografías, entre ellas la española.
El retraso español
Que la puesta al día
de la historiografía española, durante los años 60 y 70, haya tenido lugar bajo
un régimen político de dictadura, con todas sus implicaciones ideológicas,
académicas y de obstáculos a la movilidad, ha retrasado -de manera acumulativa-
la conexión de los historiadores españoles con las investigaciones de
vanguardia en sus disciplinas, provocando un ritmo historiográfico peculiar.
Las innovaciones acaban llegando a España, pero de manera parcial y con una
demora evidente (al menos de una década). Así, la historia económico-social se
impone, sobre todo en los años 70, entre nosotros, renovando decisivamente la
vieja historia[52], bajo la influencia directa de la escuela de Annales,
cuando ya en Francia[53] ascendía a un primer plano una historia de las
mentalidades, que tendía a distanciarse de la historia social de las
mentalidades de los años 60 (pensemos en las investigaciones y las reflexiones
en esos años de Mandrou, Duby y Le Goff[54]). Así es como la nueva historia económico-social española se consolida contra
la historia de las mentalidades, al margen asimismo de las demás corrientes que
en historia y ciencias sociales mantenían o incluso concentraban su interés en
el sujeto-hombre y en la superestructura de la sociedad[55]. ¿Existía otra alternativa? Teóricamente sí, la imperiosidad de investigar
la base material de la sociedad, no tenía porque cerrar el acceso a la
dimensión subjetiva y cultural de la realidad, cuya investigación
-convenzámonos- no tiene porque ser menos científica que la de la economía. En
la práctica no ha sido así, tal vez porque la tarea ingente que suponía la
superación de la historia tradicional en las condiciones españolas, no permitía
una diversificación del esfuerzo innovador. Máxime cuando ello comportaría
trabajar en direcciones tan disímiles y difíciles de compatibilizar, incluso
hoy, como lo material y lo mental.
Historiadores
españoles, con más facilidades para el contacto con el exterior[56], que entonces pasaba ante todo por Francia, ensayaron el desarrollo de una
historia social que fuese a la vez historia de las mentalidades, pero no fueron
seguidos, ni siquiera en cuanto a aceptación de la historia de las mentalidades
como un campo útil y necesario para la investigación global del pasado. Reyna
Pastor, en 1966, publica en francés un trabajo que siete años después alcanza
cierta difusión en español, Diego Gelmírez: una mentalidad al día[57], que quería ser "un ensayo de análisis interdisciplinario que
permitirá el conocimiento de ciertas 'actitudes mentales"[58]. En el mismo año, 1973, Manuel Tuñón de Lara -siguiendo a Labrousse,
Mandrou y Duby-, incluye en su Metodología de la historia social de España
un capítulo que dice: "De la historia social a la historia de las
mentalidades sociales: posibles fuentes y métodos de conocimiento"[59]. Sin embargo, dos años después, salvo Antonio Elorza[60], ninguno los historiadores que escriben sobre metodología en el Boletín
Informativo de la Fundación Juan March, promueven la historia de las
mentalidades como vía válida para la nueva historia española, a pesar de las
invocaciones a Annales que se hacen en las aportaciones más novedosas de
lo que después se editó como Once ensayos sobre la historia (1976), sin
duda la contribución colectiva más sugestiva en aquellos tiempos sobre
renovación metodológica hecha por historiadores en España[61].
El problema de la
recepción de Annales en la historiografía española de los 70 es su
parcialidad. Faltó la preocupación por la historia total, clave para entender
no sólo Annales sino también un materialismo histórico evolucionado, que
contemple y entrelazca todos los niveles de la realidad, integrando el factor
subjetivo, humano, en la historia.
En 1970 una editorial
publicaba en Barcelona Combats pour l'histoire de Lucien Febvre, pero
significativamente faltaban dos artículos, que aún siguen inéditos en español,
presentes en la versión francesa (1953): Une vue d'ensemble. Histoire et psychologie, y La sensibilité et l'histoire.
Comment reconstituer la vie affective d'autrefois? Una explicación podría ser decir, y se dice, que
Febvre tuvo una acogida menos favorable en nuestro país que el otro, y más
fundamental y más próximo al materialismo histórico, fundador de la nueva
historia francesa, Marc Bloch, pero el caso es que La société féodale
(1939) tampoco se ha publicado en español...hasta 1986; de haberse editado 10 o
15 años antes no hubiera dejando de inspirar la renovada historiografía
española esa interrelación de "condiciones de vida y atmósfera
mental" que ensaya Bloch en esa síntesis maestra de una estructura social.
En este contexto de lectura incompleta de las enseñanzas de Annales, por
parte de nuestra mejor historiografía (marxista y no marxista), se comprende
mejor que la primera gran obra de Bloch, estudio de una creencia colectiva, Les
Rois thaumaturges (1924) no se haya traducido al castellano hasta este
momento[62], y que, en otro orden de cosas, la descalificación global de la historia
de las mentalidades a la francesa[63] haya supuesto la minusvaloración, e incluso el desconocimiento o la
marginación, de una línea de historia social de las mentalidades que, originada
en Marc Bloch y Georges Lefebvre en el período entreguerras, fue retomada por
Robert Mandrou, Georges Duby, Jacques Le Goff en los años 60, y continuada
posteriormente por Michel Vovelle, Maurice Agulhon y muchos otros. La edición
en 1985 (Barcelona) de Idéologies et mentalités (1982) de Michel
Vovelle, conjunto de ensayos de valor metodológico inestimable -sobre todo para
el historiador próximo al marxismo-, y otras aportaciones quizás menos
divulgadas[64], preparan las condiciones para lo que Julio
Valdeón ha llamado "la irrupción de la denominada historia de las
mentalidades"[65], cuya presencia en conferencias, seminarios,
lecturas de tesinas y tesis, y en algunas publicaciones, empieza a notarse
seriamente de 1988 en adelante[66]: quince años después de aquel primer planteamiento animador de Tuñón de
Lara, la historia de mentalidades está dejando de ir a contracorriente. Este
retraso, que es consecuencia del habido anteriormente en la recepción de la
historia económico-social[67], tiene sus inconvenientes pero también sus
ventajas.
Inconvenientes y ventajas de un
apogeo tardío
Inconvenientes del
retardo de la historiografía española en investigar la historia desde la
subjetividad. En primer lugar, cierta desconexión -y deficiente asimilación-
con la última historiografía extranjera, no sólo con la francesa, camino
acostumbrado de entrada de la innovación historiográfica en España. Lo que se
ha rechazado como producto francés, como historia de las mentalidades, ha entrado
en nuestro país como antropología histórica inglesa, como historia cultural
americana o inclusive como microhistoria italiana, aunque también con su propio retraso[68]. Un caso notorio es el de The great cat massacre (1984) del
historiador norteamericano Robert Darnton, colección de artículos sobre
actitudes y creencias en la Francia del siglo XVIII[69], que habiendo alcanzado un gran éxito de público en USA y en Francia, y
desatado además la polémica entre historiadores de varios países, pasó bastante
desapercibido en España, pese a haber sido traducido y editado desde
Latinoamérica en el año 1987. Una consecuencia de la desconexión internacional
y, consiguientemente, de una difícil homologación con algunas investigaciones
ajenas a los temas y métodos habituales en nuestro país.
Resulta imposible una
auténtica tradición historiográfica sin estar al día con espíritu abierto -es
decir, científico- de los avances, las influencias y las discusiones que tienen
lugar en otras historiografías[70]. Todo discurso sobre la interdisciplinaridad carece de sentido si,
simultáneamente, no se mantienen, refuerzan y diversifican las relaciones
internacionales: con un espíritu abiertamente crítico pero también autocrítico.
Ciertamente, "en España no ha surgido ninguna corriente historiográfica
original en lo que va de siglo"[71]. ¿Por qué? Además de la consabida indigencia teórica de nuestra
historiografía, por la incapacidad para sostener una relación suficiente,
creadora y constructiva con la producción exterior[72].
La historia que
estamos bautizando como subjetiva, bajo sus distintas formas, es desde hace un
tiempo la locomotora de la historia para muchos historiadores, y reune hoy, en
nuestra opinión, unas tendencias seriamente innovadoras de la historiografía
mundial[73], llegando cada país al mismo sitio -o mejor dicho, a un sitio parecido-por
vías originales pero paralelas. Hay que preguntarse si no es demasiado costoso
y teóricamente inexplicable[74] permanecer al margen de un frente historiográfico que está configurando
decisivamente la labor de los historiadores en un próximo futuro.
Una ventaja de la
tardía incorporación de España a este conjunto de líneas de investigación[75], es el amplio abanico de nuevas posibilidades que se ofrecen al
investigador español, en comparación con las existentes hace 10 ó 15 años,
tanto en el terreno de la historia de las mentalidades como de la antropología
histórica, de la nueva historia cultural o de la psicología social histórica en
ciernes[76]. Ahora bien, en cuanto a temas de investigación subjetiva la primera tarea es no confundir unos con otros[77]. Unos son específicos de la antropología histórica: familia, matrimonio,
sexualidad, vida cotidiana o privada, fiesta, cuerpo, gestos, alimentación,
enfermedad, ritual, mito, leyenda, tradición oral, brujería, cultura popular.
Otros lo son de la historia cultural: lectura, alfabetización, educación,
filosofía, arte, literatura, ciencia. Siendo como más cercanos a nuestra
tradición historiográfica los temas socio-psicológicos de la historia de las
mentalidades: desde los modelos de comportamiento hasta las representaciones
sociales, pasando por las prácticas, las actitudes, los valores y las creencias
colectivas, nociones que aplicadas a las estructuras mentales y a los procesos
de cambio de mentalidades están dando pie a productivas líneas de
investigación. El tema más estudiado en España de esta nueva historia pertenece
más bien a este tercer apartado, la actitud ante la muerte, que ya había
actuado como tema estrella en la década anterior en Francia, en los comienzos
de la historia de las mentalidades, ligado al estudio reposado de la larga
duración, en ocasiones pero no siempre fuera de un contexto social y temporal
definido.
La muerte como tema
historiográfico, lanzado en el año 1941 por Lucien Febvre en Annales, en
plena II Guerra Mundial, cuando la revista trataba de sobrevivir bajo el nuevo
régimen -sin Bloch, que pasó durante la ocupación a la clandestinidad- , es
retomado en 1948 por un demógrafo, Philippe Ariès, en Histoire des populations
françaises et de leurs attitudes devant la vie depuis le XVIIIe siècle, y
en 1952 por Alberto Tenenti, a partir de las fuentes iconográficas, en La
vie et la mort à travers l'art du XVe siècle. Philippe Ariès en 1977
estudia monográficamente el tema en L'homme devant la mort, cuatro años
después de que Michel Vovelle subtitulara, en 1973, Les attitudes devant la
mort d'après las clauses des testaments, su libro sobre la piedad barroca y
descristianización en Provence en el siglo XVIII[78]. Pierre Chaunu y su equipo, a su vez, se unen al carro y publican en 1978 La
mort à Paris, XVIe, XVIIe et XVIIIe siècle.
Un rasgo común de
estas investigaciones de los 70 es el abandono del tema de la vida por el tema de
la muerte, cuando los dos estaban presentes en los trabajos pioneros de
postguerra de Ariès y Tenenti. Preferencia que refleja el distanciamiento de la
historia social y económica por parte de la historia de las mentalidades
conforme la va reemplazando. La muerte como objeto de indagación histórica
participa ciertamente de una ambigüedad productiva que ha auxiliado a la
historia de las mentalidades en su ascensión en Francia, si bien hay que decir
en nuestro país alienta el enfoque de la "historia de la muerte como una
variable de la explicación social", como una historia "de la vida
social, desde el punto de vista en que ésta es condicionada, explicada por la
idea de la muerte"[79].
El estudio de las
actitudes hacia la muerte circula en Francia de los modernistas a los
medievalistas[80], dejando paso a principios de los años
El balance
historiográfico sobre estos años de historia de la muerte en España no puede
ser más que positivo, pese a que todavía no haya dado todos sus frutos. Además
de su función introductoria de la historia de las mentalidades en la década
pasada, la indagación de las actitudes y representaciones de la muerte ha
conseguido ya una colaboración interdisciplinar con historiadores del arte, la
literatura y la religión, evitando asimismo en general ese "doble riesgo
de la atemporalidad y la superficialidad"[85].
Pero, con todo, se
trata de un resultado limitado: la historia de la muerte no ha dejado de ser un
tema secundario, aislado, de nuestra historiografía reciente. Ahora, el auge de
la historia de las mentalidades desde finales de los
Otro síntoma,
indirecto pero significativo, de este apogeo de la historia de las mentalidades
en España es el (re)descubrimiento por parte de la psicología y de la
antropología de la noción de mentalidad como objeto de estudio, lo que crea
pre-condiciones para un diálogo inexcusable de la historia con dichas
disciplinas al objeto de hacer avanzar una temática de investigación que, no lo
olvidemos, tiene como pilar básico de su metodología la interdisciplinaridad.
La verdad es que la apertura de estas ciencias de la subjetividad hacia la
historia, no encuentra fácil correspondencia entre los historiadores, hasta el
momento alejados, salvo excepciones, de las materias de investigación de la
antropología y más aún de la psicología, llegándose al extremo de negar en la
práctica estatus científico a la investigación de la psique y de otras
actividades humanas como los sentimientos, el sexo o los grupos de edad. ¿Cómo
se puede entender que estos temas sean importantes para el conocimiento
científico de las sociedades actuales o primitivas, y no lo sean para las
sociedades históricas? Otra cuestión es cómo compatibilizar, y sintetizar, los
nuevos con los viejos enfoques, para muchos está por ver la productividad de
los nuevos temas y métodos a la hora de explicar la historia, dubitación que
pierde su legitimidad y efectividad cuando se encasillan a priori, apresurada y
globalmente, tal o cual tema de la antropología o de la psicología en el campo
de una historia frívola, infradivulgativa...
Sin la alianza
interdisciplinar de la historia con la psicología y la antropología no es
viable una renovación historiográfica que tenga por base -no única- la historia
de las mentalidades, no es otra la experiencia de las historiografías, en este
orden, más avanzadas. Veamos los pronunciamientos españoles a que hicimos
referencia antes. José Luis Pinillos enlaza la historia de las mentalidades de Annales,
y la psicohistoria americana, con la preocupación de la filosofía alemana por
la psicología de los pueblos, y anima a los psicólogos de hoy -cognitivos- a
considerar la historicidad de las mentalidades colectivas que "poseen un
espesor, una profundidad histórica y no son puramente actuales", valora
autocríticamente que "la hegemonía de un modelo epistemológico inspirado
en la ciencia natural del siglo pasado (...) ha dificultado quizá la debida
incorporación a la psicología científica de un ingrediente del comportamiento
humano tan importante com es de hecho la mentalidad dominante en un momento
dado", y termina por plantear la investigación de la mentalidad global
como vía de renovación para la psicología española: "Honestamente creemos
que la psicología debe esforzarse por abordar la cuestión, actualizando sus
planteamientos. El momento es propicio para ello"[86]. Por su lado, Julio Caro Baroja en el homenaje de la Universidad de
Barcelona a Antonio Domínguez Ortiz, habla Sobre el estudio histórico de las
llamadas mentalidades en una dirección bastante parecida a la del psicólogo
Pinillos, partiendo de la antropología y de su propia obra[87], llama la atención sobre el estudio de las mentalidades globales y esboza
asimismo una clasificación según los ámbitos o los sujetos, tomando por
mentalidad "la diversidad de lo pensado en una misma lengua"[88].
Conclusión
Las tentativas
individuales de historiadores españoles de abrir paso, hace 20 ó 10 años, a la
historia de las mentalidades fracasaron, desafortunadamente, a plazo corto. No
pocos de ellos volvieron a la historia económico-social -cuya madurez y calidad
es reconocida internacionalmente-, o, en el mejor de los casos, buscaron la
innovación en terrenos antropológicos de entrada menos conflictivos (cultura
popular, familia, oralidad), quizás más alejados de la denostada historia
francesa de las mentalidades o más cercanos a la historia social inglesa o
italiana, y por tanto a nuestra última tradición historiográfica. Ahora bien,
¿no está cambiando el viento de dirección? Vimos como la presente irrupción de
las mentalidades supone un descubrimiento acelerado de nuevos territorios de la
investigación. ¿Adónde nos puede llevar una eclosión más que previble de todas
estas novedades? Tanto puede valer para trivializar y fragmentar el oficio de
historiador como para renovar la historia que se hace en España. Y hasta es
factible de que, inicialmente, sirva simultáneamente para las dos cosas.
La dispersión temática
y metodológica de la historia es hoy por hoy un problema generalizado, en parte
consecuencia del crecimiento y de la especialización, cuyo antídoto no es
obviamente retroceder un discurso historiográfico monocorde, limitado en sus
temas y encerrado sobre sí mismo, sino conservar el vigente y necesario
concepto de una historia total de la sociedad, alternando síntesis con
análisis, pactando con las disciplinas vecinas sin por ello diluir el papel de
la historia y renunciar a su aportación clave en el conjunto de las ciencias
sociales. Junto con el peligro evidente de eclecticismo ante la proliferación
de temas y métodos, y la relativización de las teorías, urge también contemplar
el riesgo inmovilista de colocar bajo sospecha los intentos de renovar nuestra
historiografía, que no siempre van a ser acertados. El quid de la cuestión está
en contrarrestar la tendencia pendular ocupando los nuevos territorios de la
investigación sin renunciar a los viejos, la innovación que perdura es aquella
que debe menos a la moda, porque se impone científicamemente, esto es,
conservando todo lo que es válido de los paradigmas anteriores, dicho
metafóricamente: echando el agua sucia de la bañera pero dejando al niño
dentro.
La gran ventaja del
retraso español reside en que se está aprendiendo en cabeza ajena. La historia
de las mentalidades resulta viable como factor de renovación en la medida en
que aparezca vinculada a la historia social, esto es, siempre y cuando nos
aproxime a la meta antedicha de una historia total, entendida ésta como
articulación compleja y no como simple adición de los diversos niveles de la
realidad. Constituyendo la historia social la parte más sólida de nuestra
reciente historiografía, el primer objetivo del historiador de las mentalidades
es pues completar la investigación social anterior analizando su dimensión
psicológica, cultural, antropológica, y planteando desde otro punto de vista
nuevas preguntas y nuevas respuestas. La originalidad española de una línea de
investigación sobre mentalidades colectivas está entonces, según nuestro
criterio, en una historia social de las mentalidades, que no tiene porque
comportar el abandono de la indagación de cualquier aspecto de la actividad
humana en el pasado que pueda contribuir, desde la primera instancia, directa o
indirectamente, a explicar una historia que el hombre como sujeto indudablemente
produce: pero en unas condiciones objetivas, ante todo materiales, con las
cuales establece una relación dialéctica (más fácil de enunciar que de
encontrar en los hechos). Una historia social de las mentalidades que tienda a
la historia total. Una historia social de las mentalidades que sabe que no es
más, ni menos, que la parte subjetiva de la historia.
[1] Los
investigadores soviéticos de la conciencia social han llegado a una conclusión
que a su vez justifica la necesidad de un concepto más amplio como mentalidad:
la conciencia es un todo volumétrico y pluridimensional, la parte del iceberg que está
en la superficie. Y se la debe examinar junto con sus parte ocultas y en
dependencia de ellas, partes ocultas que incluyen lo inconsciente y lo
simbólico, Merab MAMARDASHVILI, "Análisis de la conciencia en los trabajos
de Marx", Ciencias Sociales, 2,
1987, p. 133.
[2] Lucien
LÉVY-BRUHL, Les fonctions mentales dans
les sociétés inférieurs, 1910; La
mentalité primitive, 1922.
[3] Henri WALLON,
La mentalité primitive et celle de
l'enfant, 1928.
[4] El proceso de la civilización.
Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México, 1987, p. 451 (1ª
ed. en alemán, 1977).
[5] Jean
DUVIGNAUD, La genèse des passions dans la
vie sociale, París, 1990.
[6]
"Histoire des sentiments. La Terreur", Annales, 1951; "La mort dans l'histoire", Annales, 1952; "La sensibilité et
l'histoire. Comment reconstituer la vie affective d'autrefois?", Combats pour l'histoire, 1953;
"Pour l'histoire d'un sentiment: le besoin de sécurité", Annales, 1956; trabajos recientemente
reeditados en una obra colectiva, La
sensibilité dans l'histoire, Brionne, 1987.
[7] Las últimas
reformulaciones y ampliaciones de la historia de las mentalidades en Francia
como antropología histórica y como historia cultural remiten ya
obligatoriamente a los historiadores anglosajones, antiguos exploradores de estos territorios.
[8] La peur en Occident (XIV-XVII siècles),
París, 1978 (trad. esp., Madrid, 1988); Rassurer
et protéger. Le sentiment de sécurité dans l'Occident d'autrefois, París,
1989.
[9] Sobre el
concepto de imaginario y la historia del imaginario: Evelyne PATLAGEAN,
"L' histoire de l'imaginaire", La
Nouvelle Histoire, París, 1978
(trad. esp. Bilbao, 1988, pp. 302-323); Cornelius CASTORIADIS, L'institution imaginaire de la société,
París, 1975 (5ª ed.), (trad. esp., Madrid, 1988-1989, 2 vol.); Philippe
JOUTARD, "L'histoire dans l'imaginaire collectif", L'Arc, nº 72, 1978, pp. 38-42; B.
BACZKO, Les imaginaires sociales:
mémoires et espoirs collectifs, París, 1984; Jacques LE GOFF, L'imaginaire médiéval. Essais, París,
1985; Jean-Claude SCHMITT, "Introducció a una història de l'imaginari
medieval", El món imaginari i el món
meravellós a l'Edat Mitjana, Barcelona, 1986, pp. 16-33; Image et histoire: actes du colloque de Paris‑Censier, mai 1986, Paris, 1987.
[10] Un libro de
antropología cultural útil este respecto: Dan SPERBER, El simbolismo en general. Temas antropológicos, Barcelona, 1978.
[11] Incluso la expresión
histoire des mentalités es
sustituida por histoire des
représentations por parte de algunos autores franceses.
[12] Denise
JODELET, dir., Les représentations
sociales, París, 1989.
[13] Un ejemplo
próximo a la historia política es la obra colectiva: Mentalités et représentations politiques. Aspects de la recherche,
Roubaix, 1989.
[14] Marc BLOCH, Les Rois thaumaturges, Strasburg, 1962
(París, 1983); E.H. KANTOROWICZ, Los dos
cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval, Madrid, 1985 (1ª
ed. ing., 1957); A. ERLANDE BRANDENBURG, Le
roi est mort. Etude sur les funérailles, les sepultures et les tombeaux
des rois de France jusqu'à la fin du XIIIe siècle, Ginebra, 1975;
Teófilo F. RUIZ, "Une royauté sans sacré: la monarchie castillane du Bas
Moyen Age", Annales, nº 3, 1984,
pp. 429-453; R. E. GIESEY, Le roi ne
meurt jamais, París, 1987; Alain BOUREAU, Le simple corps du roi. L'impossible sacralité des souverains français,
XVe-XVIIIe siècle, París, 1988; Yves-Marie BERCE, Le roi caché, París, 1990.
[15] Pierre
FLOTTES, El inconsciente en la historia,
Madrid, 1971 (ed. original en francés, Ginebra, 1965); Michel VOVELLE,
"¿Hay un inconsciente colectivo?", Ideologías y mentalidades, Barcelona, 1985 (ed. original en
francés, La Pensée, nº 205, 1979).
[16] En todo caso
no mucho mayores que las existentes para comprobar el resto de las hipótesis,
normalmente las actuaciones inconscientes no se producen solas, al margen de la
conducta intencional, y las huellas documentales que dejan los comportamientos
conscientes permiten establecer las relaciones y verificaciones pertinentes, de
modo que la explicación de la mediación inconsciente se pude demuestrar a
menudo por exclusión.
[17] La psicología de masas del fascismo
(1933), México, 1973; una panorámica general sobre el freudomarxismo en
Frederic MUNNÉ, Psicologías sociales
marginadas. La línea de Marx en la psicología social, Barcelona, 1982, pp.
69-177.
[18] La colección de
textos recogida y comentada por Alain Besançon en
[19] Rudolph
BINION, Introducción a la psicohistoria,
México, 1986 (1ª ed. francesa, París,
1982); Jacques SZALUTA, La psychohistoire, París, 1987; LLOYD DE MAUSE, ed., A Bibliography of Psychohistory, Nueva
York, 1975; LLOYD DE MAUSE, Foundations
of Psychohistory, Nueva York, 1982 (trad. francesa, París, 1986); W. GILMORE, Psychohistorical inquiry: a comprensive
research Bibliogrphy, Nueva York, 1984; G. M. KREN, H. RAPOPORT, Varieties of Psychohistory, Nueva York,
1985; desde un punto de vista más crítico, Saul FRIEDLÄNDER, Histoire et
psychanalyse. Essai sur les
possibilités et les limites de la psychohistoire, París, 1975.
[20] Saul
FRIEDLÄNDER, op. cit., pp.
10-13, 19, 211.
[21] Tema antropológico investigado
históricamente en una obra reciente: Jean-Claude SCHMITT, La raison des gestes dans l'Occident médiéval, París, Gallimard,
1990.
[22] E. J.
HOBSBAWM, T. RANGER, dirs., L'invent de
la tradició, Barcelona, 1988 (1ª ed. en inglés, 1983).
[23] Pierre
BOURDIEU, Esquisse d'une théorie de la
practique, Ginebra, 1972; Foucault ha influido en la investigación de la
vida privada desbrozando el campo de las
"prácticas de sí", el trabajo sobre sí mismos por el que los seres
humanos se constituyen como sujetos, Francisco VAZQUEZ, Foucault y los historiadores, Cádiz,
1988, p. 158.
[24] Alphonse
DUPRONT, "Sémantique historique et histoire", Cahiers de lexicologie, nº 15, 1969; Alphonse DUPRONT,
"Langage et histoire", XIII
Congrès International des Sciences Historiques, Moscú, 1970; F. FURET, A.
FONTANA, "Histoire et linguistique", Livre et société dans la France deu XVIIIe siècle, tomo II, La
Haya, 1970; Regine ROBIN, Histoire et
linguistique, París, 1973; Jean-Claude CHEVALIER, "La lengua.
Lingüística e historia", Hacer la
historia, III, Barcelona, 1980 (1ª ed. en francés en 1974); Maurice MOLHO,
"Linguistique et histoire", Mélanges
de la Casa de Velázquez, tomo XII, 1976; Ernest LABROUSSE y otros, Ordenes, estamentos y clases, Madrid,
1978 (1ª ed. en francés, 1973); B. CERQUIGLINI, "Linguistique et
histoire", Dictionnaire des sciences
historiques, París, 1986.
[25] Sobre este
tema de origen etnológico, como en cualquier otro dominio histórico que se nos
ocurra, se puede hacer una historia buena o mala, anecdótica o seria,
descriptiva o explicativa, etc.; verbigracia, Aaron Gurevicht en un incisivo
artículo sobre ciencia histórica y antropología histórica resalta el momento de la innovación en la vida
diaria, en la economía y en la existencia cotidiana, como un plano
fundamental para comprender los cambios históricos (Ciencias Sociales, 1, 1991, p. 148); referencias bibliográficas:
Henri LEFEBVRE, Critique de la vie
quotidienne, 3 vol., París, 1946-1981; Jacques LE GOFF, "El
historiador y el hombre cotidiano", Tiempo,
trabajo y cultura en el Occidente medieval, Madrid, 1983 (1ª ed. en francés
del artículo, 1972); Jean-Didier WOLFROMM, "Quarenta anos de vida
cotidiana", A Nova Historia,
Lisboa, 1986 (1ª ed. en francés, 1977); Colloque
"Quotidienneté et historicité". Lyon, 1982, París, 1983; "La sociología de la vida
cotidiana", Debats, nº 10, 1984;
Chris WICKHAM, "Comprender lo cotidiano: antropología social e historia
social", Historia Social, Valencia,
nº 3, 1989 (1ª ed. en italiano, 1985).
[26] Jean-Claude
CHESNAIS, Histoire de la violence, París, 1981; Ch. RAYNAUD, La violence au Moyen Age, XIIIe- XVe, París, 1990.
[27] R. GIRARD, La violence et le sacré, 1972; J.
CHIFFOLEAU, "La violence au quotidien, Avignon au XIVe siècle d'après les
registres de la cour temporelle", Mélanges
de l'École Française de Rome, tomo 92, nº 2, 1980; A. FARGE, La vie fragile. Violence, pouvoirs et
solidarités à Paris au XVIIIe siècle,
París, 1986; Robert MUCHEMBLED, La
violence au village. Sociabilité et comportements populaires en Artois du XVe
au XVIIe siècle, Bélgica, 1989.
[28] Michel
FOUCAULT, Vigilar y castigar. Nacimiento
de la prisión, Madrid, 1990 (7º ed. en español; 1ª ed. en francés, 1975);
P. SPIERENBURG, Judicial violence in the
Dutch Republic (1750-1850), Amsterdam, 1978; G. RUGUIERO, Patrici e malfattori. La violenza a Venezia nel primo Rinascimento, Bologna, 1982; "Violences sexuelles", Mentalités, nº 3, París, 1989; F. GASPARRI, Crimes et châtiments en Provence au temps du
Roi René. Procédure criminelle au 15e siècle, París, 1989;
"Violència i marginació en la societat medieval", Revista d'Història Medieval, Valencia,
nº 1, 1990.
[29] L. MARTINES, Violence and civil disorder in Italian cities, 1200-1500, Berkeley,
1972; C. TILLY, "Revolutions and collective violence", Handbook of Political Science, Massachusetts,
3, 1975; S. MORETA Malhechores-feudales. Violencia,
antagonismos y alianzas de clases en Castilla, siglos XIII-XIV, Madrid, 1978; Violence
et contestation au Moyen Age, París, 1990.
[30] las acciones hablan más alto que las
palabras, P. BURKE, La cultura
popular en la Europa moderna, p. 127.
[31] En todas las
manifestaciones psíquicas encontramos varios tipos de percepción de la
realidad, sólo que en algunas esa diversidad y su articulación es más simple
que en otras, se trata también de un poblema de grado.
[32] La historia
de la vida privada que han dirigido G. Duby y Ph. Ariès, con notable éxito de
público, sobre todo en España, es una tentativa en esa dirección.
[33] Un intento en
este sentido es la obra: G. DUBY, El domingo
de Bouvines: 24 de julio de 1214, Madrid, 1988 (1ª ed. francesa, 1973).
[34] C. GINZBURG, El queso y los gusanos. El cosmos, según un
molinero del siglo XVI, Barcelona, 1982 (2ª ed.), (1ª ed. en italiano,
1976); E. LE ROY LADURIE, Montaillou, aldea
occitana de
[35] Tipo de
documentos utilizados sobre todo para la indagación la religiosidad y de la
idea de la muerte.
[36] En épocas
preteridas la historia de la ciencia era inseparable de la historia de las
mentalidades; v. gr., B. VICQUERS, comp., Mentalidades
ocultas y científicas en el Renacimiento, Madrid, 1990.
[37] Por ejemplo,
la incorporación del enfoque sociológico a la historia cultural tradicional
-dando paso a la nueva historia sociocultural-; la aplicación de la semántica y
de la semiótica a la historia para el estudio de las palabras, etc.
[38] Gisèle
FREUND, La fotografía como documento
social, Barcelona, 1976; Bernardo RIEGO, La fotografía como fuente de la historia contemporánea, Jornadas
"La imatge i la recerca historica", Gerona, 1990.
[39] Ph. JOUTARD, Esas voces que nos llegan del pasado
México, 1986; P. THOMPSON, La voz del
pasado. Historia oral, Valencia, 1988.
[40] Añadamos las
nuevas fuentes audiovisuales (cine, radio, dicos, TV, video y ordenador), que
convierten en un privilegiado al investigador de las mentalidades de la
historia inmediata.
[41] Mircea
ELIADE, Tratado de historia de las
religiones, Madrid, 1981 (1ª ed. en 1964); K. THOMAS, Religion and the decline of magic, Londres, 1971.
[42] M. BLOCH, Les Rois thaumaturges (1924), París,
1983; Lucien FEBRVE, Le problème de
l'incroyence au XVIe siècle. La religion de Rabelais (1942), París, 1968.
[43] La historia de
la religiosidad medieval ha dado lugar, por ejemplo, a una importante línea de
investigación: R. MANSELLI, La religión
populaire au Moyen Age. Problèmes de mèthode et d'histoire, París-Montreal, 1975;
J. C. SCHMITT, La herejía del Santo Lebrel. Guinefort,
curandero de niños desde el siglo XIII, Barcelona, 1984 (1ª ed. en francés en 1979(; J. DELUMEAU, Un chemin d'histoire. Chrétienté et christianisation, París, 1981; J. LE GOFF, El
nacimiento del purgatorio, Madrid, 1985 (1ª ed. en francés, 1981); A. DUPRONT,
Du sacré. Croisades et pelerinages.
Images et langages, París, 1987; B.
GEREMEK, La piedad y la horca: historia
de la miseria y de la caridad en Europa, Madrid, 1989; J. DELUMEAU, L'aveu et le pardon. Les difficultés de
la confession (13e -18e siècle), París, 1990.
[44] La formidable
demora de la historia en abordar el estudio de lo mental, no es comparable a
las demás ciencias sociales que ambicionan aprehender totalidades; hablamos de
la antropología, pero también de la sociología; sin la convergencia con la
sociología no hubieran nacido la psicología social y la antropología social,
que no por azar es como se conoce en la actualidad la antropología histórica en
los países anglosajones.
[45] El primer
objetivo de la interdisciplinaridad se deduce de lo dicho anteriormente: la
convergencia entre historia general y las historias especializadas.
[46] En rigor
todos los hechos que analizamos son, de inmediato, hechos pasados, lo que pasa es
que la antigüedad es un dato cualitativo, y la historia está justamente
especializada en investigar científicamente la cualidad de lo antiguo.
[47] I. STENGERS, D'une science à l'autre. Des conceptes
nomades, París, 1987.
[48] La
investigación del sujeto histórico está, desde hace un tiempo, contribuyendo
altamente a renovar una historiografía marxista volcada en una historia
objetiva de la base material de la sociedad, necesaria, en su momento, para
construir una historia científica pero que se resulta insuficiente, no sólo
para la historia como disciplina global, sino también para un marxismo que no
se reduzca a un economicismo.
[49] Nos hemos
referido con mayor amplitud a todo ésto en "Historia de las mentalidades,
historia social", Problemas de
renovación historiográfica: la historia de las mentalidades, Valladolid,
1989.
[50] En 1979, en
el Institut de Recherches Marxistes, Michel Vovelle testificaba que La historia de las mentalidades es hoy una
causa ganada (...) en Francia al menos, las mentalidades, en tanto que
locomotora de la historia, parecen haber destronado la historia económica, y
aún la historia social, Ideologías y
mentalidades, Barcelona, 1985, p. 86.
[51] No se puede
olvidar que en el mundo de las ideas, la cultura y la comunicación, hemos
asistido en los últimos años a la pérdida por parte de Francia y de París de un
rol protagonista (que tiene indiscutiblemente su epicentro en 1968) en
beneficio de EE. UU. y de la cultura anglosajona, lo que beneficia asimismo al sector más innovador y
progresista de la historiografía norteamericana e inglesa.
[52] Por fin se abandonaba la historia evenemencial
que había predominado desde el final de la guerra civil, Julio VALDEON,
"Quince años de historiografía española", Historia 16, nº 181, p. 161.
[53] Y no sólo en
Francia, en 1971 K. Thomas publica Religion
and the decline of magic , y en 1963 se había editado la obra de E. P.
Thompson La formación histórica de la
clase obrera (publicada en español en 1977); ambas obras representativas
del diálogo historia-antropología que, paralelamente, los historiadores
ingleses habían iniciado para responder a preguntas bastante parecidas a las
que dieron origen a la historia de las mentalidades en Francia.
[54] R. MANDROU, Introduction à la France moderne, 1500-1640,
París, 1961; R. MANDROU,
"L'histoire des mentalités", Enciclopedia Universalis, tomo VIII, 1968; G. DUBY, "Histoire
des mentalités", L'histoire et ses
méthodes, París, 1961; J. LE GOFF, La
civilisation de l'Occident médiéval, París, 1964.
[55] Por ejemplo,
la historia social inglesa (de cuya inclinación antropológica ya hemos
hablado), y la Escuela de Frankfurt.
[56] Los dos
autores que vamos a citar no vivían en ese momento en España.
[57] Editado junto
otros artículos de historia social y económica, Conflictos sociales y estancamiento económico en la España medieval,
Barcelona, 1973, pp. 104-131; en este artículo se aborda también desde
posiciones nuevas el género biográfico, hecho bastante insólito y audaz en la
historiografía marxista de los 60.
[58] ídem, p. 108.
[59]
Recientemente, Tuñón ha citado como concreciones posteriores de esta
línea de investigación los trabajos publicados en Historia 16 (1977) de Carmen García Gaite y María Cruz Seone sobre
los esfuerzos del franquismo por buscar una tradición, y de Luis Alonso Tejada
sobre la represión sexual bajo el franquismo, "Por una historia de
Historia 16", Historia 16, nº
181, 1991, p. 166.
[60] Que comienza su
artículo sobre las ideologías política y su historia citando la Metodología de Tuñón de Lara, Once ensayos sobre la historia, Madrid,
1976, 71-77.
[61] Sobre la
situación posterior, Julio Valdeón escribe: La historiografía española de los últimos quince años refleja, desde
otro punto de vista, una notable pobreza teórica y metodológica. Sin
duda en estos campos la contribución española nunca ha sido muy destacada, loc. cit., p. 163; sobra decir que esta
despreocupación de los historiadores con la teoría y la metodología está
también en la base de las dificultades para la asimilación y la producción de
innovaciones.
[62] Fondo de
Cultura Económica ha anunciado su próxima publicación en México; sobre la
génesis y el valor de esta investigación, véase el prólogo de Jacques Le Goff a
la tercera edición en francés (1983) y François DOSSE, La historia en migajas, Valencia, 1989, pp. 89-92.
[63] Cajón de
sastre donde entran justos y pecadores, críticas que el tiempo a demostrado ser
correctas y excesos hipercríticos que rayan en el simple prejuicio.
[64] Como la
ponencia de Bartolomé Bennassar, "Historia de las mentalidades", en
las III Conversaciones Internacionales de Historia sobre La historiografía en Occidente desde 1945, pubicadas en Pamplona,
1985.
[65] "Quince
años de historiografía española", Historia
16, nº 181, 1991, p. 162.
[66] Se podrá ver
por ejemplo ordenando cronológicamente históricas sobre la muerte en nuestro
país.
[67] Un nuevo
campo de investigación se impone en la medida que el anterior aparece
suficientemente trabajado; esta tendencia, y la búsqueda de la novedad -que
produce la innovación, consustancial con la ciencia, pero también con la moda-,
produce el sabido efecto pendular que hay que contrarrestar con energía y fundamentación
teórica.
[68] Ignacio
Olabarri anotaba justamente, en 1984, que la
antropología inglesa ha influido en España, desgraciadamente, demasiado poco,
La historiografía en Occidente desde 1945,
p. 125; como muestras tenemos la no traducción del libro de Keith Thomas (Religion and the decline of magic,
1971), autor del cual se acaba de publicar un importante ensayo de 1963
("Historia y antropología", Historia
Social, nº 3, 1989), y la tardía (Madrid, 1991) traducción del libro de
Peter Burke, Popular Culture in Early
Modern Europe (1978); sin embargo, los libros de Carlo Ginzburg -El queso y los gusanos (1976),
Barcelona, 1981- y de Giovanni Levi -La
herencia inmaterial (1985), Madrid, 1991-, han tenido mejor fortuna; el carácter
eminentemente social de la microhistoria italiana garantiza tal vez una mayor
comprensión y acogida en nuestra historiografía, prueba de ello es el Coloquio
Internacional de Historia Local de Valencia, celebrado en 1988 (L'espai viscut, Valencia, 1989).
[69] El propio
Darnton ubica metodológicamente su libro: la
investigación recorre el territorio inexplorado que en Francia se denominó l'histoire
des mentalités. Este campo aún no tiene nombre en inglés, pero
sencillamente podría llamarse historia cultural, porque trata nuestra
civilización de la misma manera como los antropólogos estudian las culturas
extranjeras. Es historia con espíritu etnográfico, La gran masacre de gatos y otros ensayos en la historia de la cultura
francesa, México, 1987, p. 11; la cita ilustra lo que más arriba dijimos
acerca de la sinonimia entre historia de las mentalidades, historia cultural y
antropología histórica.
[70] Es preciso
reconocer el papel activo que, en este sentido, están jugando las revistas de
historia de Cataluña y del País Valenciano: L'Avenç,
Manuscrits, Debats, Historia Social y
Revista d'Història Medieval.
[71] Santos JULIA,
Historia social/sociología histórica,
Madrid, 1989, p. VIII; lo que no excluye valorar en sus justos términos el que
se pusieran los cimientos de una historiografía que se pudiera reclamar del
siglo XX.
[72] somos muy rápidos, muy a menudo
esquemáticos y no raramente ignorantes en la crítica de lo que otros hacen, y
tendemos a superar, antes de prácticarlas, corrientes que en otros países,
otras comunidades académicas, han dado resultados apreciables. Pero esa crítica
acerada se compadece mal con nuestra propia capacidad de arriesgar la marcha
por nuevos caminos, íbidem.
[73] Sería una
torpeza tacharlas de simples modas, sin profundizar más, la propia historia
francesa de las mentalidades tiene una historia demasiado prolongada para ser
(des)calificada de episodio efímero, se trata realmente de movimientos
profundos de la historiografía, de la mentalidad y de la sociedad finisecular,
que además están de moda, como lo estuvo por causas parecidas la historia
económico-social hace 20 años.
[74] Las
corrientes historiográficas se distinguen cada vez menos por los temas que investigan,
así tenemos que la historia económico-social hace mucho que es una disciplina
compartida por historiadores de todas las concepciones, e historiadores
marxistas han jugado un rol capital en el despegue de la historia francesa de
las mentalidades y de la antropología histórica inglesa.
[75] Emparentadas
con el retorno de géneros
tradicionales -enfocados en el mejor de los casos con una metodologia renovada-
como la historia biográfica, narrativa, política y acontecimental, por un lado,
y con la emergencia de nuevos sujetos históricos como las mujeres, el niño, la
vejez; vertientes todas ellas de la inclinación general a una historia
subjetiva, que aquí estamos abordando en su sentido más estricto, esto es,
psicológico y cultural.
[76] K. J. GERGEN, M. M. GERGEN, eds., Historical Social Psychology, Hillsdale,
1984.
[77] De hecho
están entremezclados, parte de ellos son comunes a varias áreas de
conocimiento, y es hasta conveniente yuxtaponer enfoques distintos, pero la
realidad es que casi todos los temas de la subjetividad han sido desarrollados
por una disciplina más que por otra.
[78] Michel
Vovelle publica más adelante una obra de conjunto: La mort et l'Occident de 1300 à nos jours, París, 1982.
[79] E. PORTELA,
M. C. PALLARES, "Muerte y sociedad en la Galicia medieval (siglos
XII-XIV)", Anuario de Estudios
Medievales, 15, Barcelona, 1985, pp. 189-190.
[80] En 1975 se
celebra el coloquio La mort au Moyen Age,
Istra, 1977.
[81] Hay un
esfuerzo de los hispanistas franceses desde los años 70 por investigar la
historia de las mentalidades españolas, que en lo inmediato -como todos los
demás intentos introductorios del nuevo campo de investigación- no cuaja;
algunos ejemplos: B. BENNASSAR, L'homme
espagnol. Attitudes et mentalités du XVIe au XIXe siècles, París, 1975; Les mentalités dans la Péninsule Ibérique et
en Amérique Latine au XVIe et XVIIe siècles. Histoire et problématique,
XIII congreso de la Société des Hispanistes Français de l'Enseignement
Supérieur (1977), París, 1978; A.
RUCQUOI, "Le Corps et la Mort en Castille aux XIVe et XVe siècles", Razo, nº 2, 1981.
[82] B. BARREIRO,
"El sentido religioso del hombre ante la muerte en la Antiguo Régimen. Un
estudio sobre Archivos parroquiales y testamentos notariales", I Jornadas de Metodología Aplicada de las
Ciencias Históricas (1973), Santiago, V, 1975; O. REY CASTELAO, "El
clero urbano compostelano a fines del siglo XVII: mentalidades y hábitos
culturales", La Historia Social de
Galicia en sus fuentes de protocolos, Santiago, 1981; R. GARCIA CARCEL,
"La muerte en la Barcelona del Antiguo Régimen. (Aproximación
metodológica)", II Coloquio de
Metodología Histórica Aplicada, Santiago, 1984; R. L. LOPEZ, Oviedo: muerte y religiosidad en el siglo
XVIII. (Un estudio de mentalidades colectivas), Oviedo, 1985; M. MOYA, M.
ARMENGOL, "La consciència de la mort: la seguretat dels testaments", L'Avenç, nº 78, 1985; F. J. LORENZO
PINAR, Actitudes religiosas ante la
muerte en Zamora en el siglo XVI: Un estudio de mentalidades, Zamora, 1989;
F. MARTINEZ GIL, Muerte y sociedad en la
España de los Austrias, Madrid, Universidad Complutense, tesis doctoral,
1990.
[83] E. PORTELA,
M. C. PALLARES, "Muerte y sociedad en la Galicia medieval (siglos
XII-XIV)", Anuario de Estudios
Medievales, 15, Barcelona, 1985; A. ARRANZ, "La reflexión sobre la
muerte en el Medievo hispánico. ¿Continuidad o ruptura?", En la España medieval V, I, Madrid,
1986; E. MITRE FERNANDEZ, E., La muerte vencida: imágenes e historia en el
Occidente medieval (1200‑1348), Madrid, 1988; E. PORTELA, M. NUÑEZ,
coords., La idea y el sentimiento de la
muerte en la historia y en el arte de la Edad Media, Santiago, 1988; M. A.
MARTIN, I. BAZAN, "La idea de la muerte renacentista a través de los
sepulcros de la Iglesia de San Pedro de Vitoria", Congreso de filosofía, ética y religión, Vitoria, 1988; A. GUIANCE,
Muertes medievales, mentalidades
medievales. Un estado de la cuestión sobre la historia de la muerte en la Edad
Media, Buenos Aires, 1989.
[84] J. A. VAQUERO
IGLESIAS, Muerte y ideología en Asturias
(siglo XIX), Universidad de Oviedo, tesis doctoral, 1989.
[85] E. PORTELA,
M. C. PALLARES, loc. cit., p. 190.
[86] "El
problema de las mentalidades", Creencias,
actitudes y valores, Tratado de Psicología General, nº 7, Madrid, 1989, p.
467.
[87] Cita en
concreto: Las formas complejas de la vida
religiosa. (Religión, sociedad y carácter en la España de los siglos XVI y
XVII), Madrid, 1978, precedente inexcusable para la historia de la
religiosidad moderna, y para otros temas como la muerte (utilizando fuentes
narrativas), la marginalidad (representación colectiva del pobre), etc.; una
experiencia reciente de cooperación antropólogos-historiadores, Religiosidad popular, 3 vol., Madrid,
1989.
[88] Reflexiones nuevas sobre viejos temas,
Madrid, 1990, p. 72.