José Luis Romero y la historia del siglo XXI*
Carlos Barros
Universidad de Santiago de Compostela
Queremos ante todo felicitar a los organizadores de
las Jornadas, y a la familia del historiador homenajeado, por el éxito
conseguido, prueba del poder de convocatoria de José Luis Romero, de la
vigencia de su obra en este nuevo siglo. El objetivo final de nuestra
intervención es, pues, argumentar el interés y la importancia internacional de
la vida y obra del historiador argentino para hacer frente a los retos del
presente: caída de las grandes escuelas del siglo XX (Annales, Past and Present) y nuevas realidades históricas e
historiográficas del siglo XXI, marcado por globalizaciones de distinto signo. Todo
ello sin retornar al viejo positivismo ni renunciar al "oficio", como piden los
posmodernos genuinos. Lo que exige pensar por nosotros mismos, aceptando como
dijo Peter Burke en el I Congreso Internacional Historia a Debate (1993) que la
renovación ahora va por la periferia[1]: el mejor ejemplo es José Luis
Romero y sus "pensamientos anticipatorios"[2].
Primeramente ubicaremos a José Luis Romero en la historiografía
del siglo XX, haciendo hincapié en una excepcionalidad que explica que su obra histórica
-y política- haya resistido mejor que otras aportaciones coetáneas de tipo individual,
de ámbito nacional o internacional, al paso del tiempo.
Formado en el periodo de entreguerras, hegemonizado historiográficamente
por el positivismo, buscó siempre nutrientes intelectuales menos estrechos, más
diversos, en detrimento de una cómoda y segura carrera académica[3].
Declara Romero, un año antes de morir (1977, con 68 años), en ese magnífico
testamento, historiográfico y vital[4], que
son las conversaciones con Félix Luna: "Como usted se imaginará, yo nunca me he
sentido muy cómodo entre mis colegas, porque, por mi formación, nunca he tenido
la vocación de ser un documentalista. Y como era la única historia admitida, la
única manera admitida de hacer historia, yo siempre me he sentido un poco
marginado"[5].
Aunque está hablando, concretamente, de cuándo y porqué organizó su revista
crítica Imago Mundi[6], en oposición a la academia
argentina de los años 50, la verdad
es que nunca le abandonó cierto sentimiento de relegación, extensible a los
años 60 y 70, también patente en el ámbito internacional, dominado en aquel entonces
por Annales y el marxismo
historiográfico, corrientes teóricamente próximas a su posición historiográfica.
No sobra insistir en que de su carácter relativamente "aislado" y "periférico"
en la historiografía del siglo XX, deriva no poco su actualidad y proyección de
futuro.
Un historiador fuera de carril
El desarrollo de José Luis Romero como historiador discurre
paralelo al nacimiento y difusión de Annales
(la revista nace en 1929, cuando él tenía ya 20 años) y la historiografía
marxista. En general, no se consideró ni le consideraron seguidor de tan importantes
movimientos historiográficos, pese a la evidente semejanza de temas y enfoques
de investigación e interpretación. Annales
y el marxismo historiográfico, conjuntamente y por separado, fueron ciertamente tendencias pujantes y preponderantes en los años 60-80,
entre los historiadores avanzados de las
universidades europeas y latinoamericanas[7]. También gracias a la colaboración entusiasta y paradójica de José
Luis Romero, principalmente en Argentina, donde introdujo y tradujo- autores principales
de Annales y marxistas a través de su cátedra y centro de
Historia Social General (1958)[8] en la
Universidad de Buenos Aires. Yo mismo, cuando hace más de dos décadas leí por
vez primera a Romero, como medievalista
e historiador social de las mentalidades, lo consideré -simplemente- un
historiador influido por la escuela francesa y el marxismo, pese a la
originalidad de su obra, nada habitual entre los seguidores "periféricos" de
las "grandes escuelas" europeas del pasado siglo.
José Luis Romero fue, por tanto,
un historiador "fuera de carril". Casi todos los que lo han estudiado coinciden
en resaltar su "espíritu libre", "autonomía intelectual" e "independencia de
criterio"[9], en general y en su relación con las
tendencias historiográficas de su tiempo,
de las cuales gustaba aparecer ciertamente distante[10]. Pero
no por falta de visión colectiva de la historia y capacidad personal de compromiso.
Romero
hizo algo más difícil, poco común entre académicos de ayer y de hoy: actuar
como un "hombre de partido", sin abandonar la investigación y otras actividades
universitarias, durante los 16 años
(1945-1961) de militancia más o menos
activa -según qué épocas- en el histórico Partido Socialista argentino[11]. Adhesión política movida por ideales de igualdad
y progreso social, militancia desinteresada
al ser el PS de una fuerza de oposición con nulas perspectivas de alcanzar
cuotas de poder en la Argentina peronista (1945-1955) y aun posteriormente.
Después de la caída de Perón, José Luis Romero fue impulsado -desde la base
estudiantil[12]- al rectorado de la
Universidad de Buenos Aires (1955-1956)[13], que
ejerció sin dejar de lado su compromiso socialista, todo lo contrario. Llega a
ser uno de los dirigentes importantes del Partido Socialista entre 1956 y 1960[14],
alineado hasta donde pudo con su corriente más juvenil e izquierdista[15]. Formada por jóvenes estudiantes y
docentes vinculados muchos de ellos a Romero[16] por medio de su cátedra de Historia
Social General en la UBA, tertulias en su casa, etc.[17]
Difícilmente un hombre así, capaz de compatibilizar la militancia socialista (incluyendo
sus desagradables luchas internas[18]) con la investigación y la vida
académica, tendría reparos de soberbia, academicismo o personalismo para formar
parte de unas corrientes historiográficas[19] por
su carácter colectivo. En el caso de José Luis Romero, su justificación como "historiador-fuera
de carril", en tiempos de fuertes compromisos de todo tipo, hay que buscarla
por otro lado.
Romero fue un historiador singular,
crítico y creativo, con una ambición historiográfica[20] que
lo situaba por encima de la mayoría de los historiadores de su tiempo[21] y le
condujo a ingentes proyectos de investigación histórica y teórica. Además de
interesarse continuamente por la historia de Argentina y América Latina, madura tres grandes objetivos
históricos-historiográficos[22]: una
historia general de Europa y Occidente (Proceso
histórico del mundo occidental[23]), una monumental historia urbana (La ciudad occidental[24]), y una teoría de la historia (Teoría general de la vida histórica),
que quedaron inconclusos por la brevedad de lo humano individual[25] y la variedad de dimensiones que ocuparon
su tiempo vital, enriquecieron su vida terrena (la espiritual continúa en la
memoria familiar, histórica e historiográfica) y coadyuvaron a formarlo como historiador de excepción.
El problema de
la difusión e irradiación internacional de
la obra de historiadores importantes, y las
corrientes colectivas que puedan generar, es que dependen más del lugar donde
nacen y se desarrollan humana y académicamente, y por lo tanto del idioma en
que se expresan, que de la propia calidad, novedad y profundidad de sus
investigaciones y reflexiones[26]. José Luis Romero era argentino, ni francés ni
inglés[27], y pretendía ni más ni menos que
reescribir la historia de Europa y del mundo, desde Roma hasta el siglo XX. Es
obvio que, desde América Latina, Romero no hubiese podido dirigir una tendencia
historiográfica organizada por el mismo[28] de ámbito internacional como hubiese
correspondido por su temática y enfoques de orden global, aun teniendo la
capacidad y las ideas para ello, surgidas de la productiva[29] vía de nutrirse
de escuelas divergentes para crear una metodología y teoría propias[30]. Tampoco
generó un movimiento historiográfico de ámbito nacional, por motivos distintos:
la influencia agobiante del positivismo (tanto clásico como revisionista) y el
tipo de marxismo que imperaba en la Argentina de su tiempo[31]. Aunque lo intentó modestamente a través de Imago Mundi. Revista de Historia de la cultura (1953-1956), con anhelos de "historia total"[32], que
respondía a una clara intención de organizar una tendencia intelectual de base
historiográfica: "El subtítulo de IMAGO MUNDI caracteriza exactamente a esta
revista, mediante la cual quiere sumarse a una corriente de pensamiento
"
(editorial en el nº 1). A la hora del balance, Romero destaca ante todo, veinte
años después, el papel político de grupo de Imago
Mundi[33] en la renovación de la
Universidad pos-peronista, aportando contactos con la nueva generación
estudiantil que llevará al propio Romero al rectorado de la UBA[34] y
relanzará después hasta el límite su compromiso socialista, según vimos.
En realidad, el historiador Romero no fue más allá de
formar sus discípulos y rodearse de colegas más jóvenes, por medio de la
docencia docente en el UBA y las
reuniones en su casa, tampoco pretendió otra cosa[35], y no parecía que quienes lo rodeaban y sostenían
le demandasen que organizara una tendencia historiográfica, al menos con la
misma intensidad que le pidieron que encabezará el cambio universitario en
Buenos Aires, primero, y la tendencia izquierdista en el Partido Socialista
argentino, después. Experiencias políticas breves, en tiempos de grandes cambios, que demostraron que Romero podía estar a la
altura de las circunstancias poniéndose
temporalmente al frente de colectivos en ámbitos más difíciles y duros que los estrictamente
historiográficos.
Ante la falta de opciones reales
para constituir una corriente de historiadores a la medida de sus propuestas y
ambiciones, se entiende finalmente que el historiador Romero hiciese de la
necesidad virtud y dedicase su tiempo a cultivar una obra individual[36], sin casi citar a sus pares,
nacionales e internacionales: solamente las fuentes ("tan documentalista como
cualquiera", declara suspicaz[37]) y lo
que salía de su propia cabeza, florida donde las haya. Le llegó incluso a decir
a Félix Luna: "yo no soy un devoto"[38]. Se
refería concretamente a Dilthey, pero vale también para comprender una actitud que
se repite en Romero ante otras figuras intelectuales, del pasado y del
presente, sobre todo si se trataba de historiadores. Sólo desde una interpretación
superficial se puede confundir su oposición a la idolatría de los considerados "grandes
autores" con la vulgar arrogancia[39]. Vicio
mimético que no tenía además sentido, en los años 50, hacia historiadores contemporáneos suyos como, por
ejemplo, Febvre y Braudel, que sólo después alcanzaron la fama de
"grandes historiadores", gracias al movimiento que supieron desencadenar o
mantener.
Justo es reconocer, por otro lado, que las tendencias
historiográficas más activas e influyentes en el siglo XX, marxismo y Annales, aunque organizadas y efectivas,
desarrollaron una cierta estrechez de miras, con sus dosis de dogmatismo y
sectarismo[40]. Las circunstancias agravantes
en el trato recibido por una figura ilustrada como Romero fueron: el tipo de marxismo
mayormente difundido en la Argentina de su tiempo[41], y su ubicación periférica para una
escuela tan jacobino-centralista como la francesa: el único trabajo que
publicaron en la revista Annales de
José Luis Romero, pese a antiguas relaciones con sus promotores, versó precisamente
sobre la influencia francesa sobre la historiografía latinoamericana, o al
menos así lo entendieron sus editores[42]: Les problèmes de lhistoire sociale en
Amérique Latine (1965)[43].
Nunca hubiesen aceptado, por lo demás, un trabajo suyo de mayor ambición; tampoco
reseñaron sus obras[44]: a Romero le tocaba como latino un
papel subalterno en la escuela francesa, y lo sabía. Aunque no hay mal que por
bien no venga. El hecho de mantenerse Romero organizativamente, en los años
50-60, al margen de Annales y del marxismo
mayoritario en Argentina tuvo, por otro lado, la ventaja de mantenerle asimismo
al margen de los errores y las desviaciones
economicistas (determinismo vulgar), estructuralistas (negación del sujeto
histórico) y sectarias (conmigo o contra mí), que tanto contribuyeron a la
decadencia de los Annales braudelianos y del marxismo elemental, y -desde los
años 80- a la supervivencia y renovada actualidad de la historiografía de
Romero, que hoy celebramos y redescubrimos.
El marxismo de Romero
Si algo me ha sorprendido de las
lecturas historiográficas que acabo de hacer sobre Romero, a fin de completar y
ampliar mi anterior conocimiento de su obra medievalística, es un extendido interés
por "negar" su marxismo[45]:
Romero "no era marxista
. Sabía que no lo era y acertaba"[46].
Elegimos este seguro bienintencionado[47] rechazo de Sergio Bagú por su
contundencia y tipo de argumentación:
justifica la distancia de Romero del marxismo por su formación humanista (como
si no hubiese existido un humanismo
marxista[48]), porque no siempre coincidía con Marx (sólo la escolástica
marxista lo hace) y le interesaba poco la economía (confundiendo marxismo con economicismo).
Prueba de que, en Argentina, imperaba como ya dijimos un marxismo de catecismo,
esquemático, fruto de una codificación estalinista que tuvo una especial
difusión, precisamente, en los países latinoamericanos en los años de Romero
por la férrea dependencia económica, política e ideológica de la Unión
Soviética de sus partidos comunistas nacionales.
Afortunadamente tenemos, contradiciendo
la "negación" de su amigo Bagú[49], la
propia palabra de José Luis Romero, además de su obra. Romero así como adopta
una postura de silencio espeso ante Annales
(como si prefiriese no decir lo pensaba[50]),
explicita de manera apasionada, nítida y sugerente su deuda con el marxismo de
Marx. Ante Félix Luna, iniciada ya la dictadura militar, Romero se declara marxista[51]: "creo
sinceramente que en el mundo contemporáneo hay muy poca gente que, en alguna medida, no sea marxista
si se
entiende por marxismo -y es su expresión más válida- un conjunto de principios
de la dinámica histórica"[52]. Criticando,
como otros autores, marxistas y no marxistas, la subestimación del "papel de
las ideas en la historia"[53], que
Engels reconoció, en los años 90 del
siglo XIX, al decir autocríticamente como él y Marx se vieron "obligados" a
subrayar, ante el idealismo dominante, el papel de la economía en la historia[54]. La lectura no dogmática y crítica que Romero
hacía del Marx original, que como bien
sabemos gustaba de no considerarse marxiste[55], era
asimismo consecuencia de su oposición a la degeneración autocrática y
burocrática de la revolución bolchevique[56].
La verdad es que la mejor parte del "marxismo
occidental" (Perry Anderson[57]) de
los años 60 y 70 se parecía más a lo que decía Romero que a lo que se entendía
mayoritariamente por marxismo en Argentina y Latinoamérica[58]
(salvo excepciones[59]) en su tiempo[60].
Queremos decir que Romero en Europa hubiese sido considerado marxista, y se
hubiese aceptando con mayor normalidad la importancia que le daba a conceptos
extraídos de otras tradiciones filosóficas e historiográficas, a la manera del
Marx original. Hubiese tenido su lugar natural entre los historiadores
marxistas de Gran Bretaña[61],
Francia, Italia y España (influidos también, como los historiadores marxista franceses,
por Annales). Con todo José Luis
Romero desarrolló, desde Buenos Aires, una obra historiográfica individual con
ciertos paralelismos temáticos y de enfoque con los Quaderni del Carcere (1929-1935) de Antonio Gramsci, fundador del
Partido Comunista Italiano[62]: antidogmatismo, antiestalinismo;
inspiración conjunta en Marx, Maquiavelo y Benedetto Croce (al igual que
Mariátegui[63]); enfatizar en el papel de las ideas y la
cultura (sin renunciar al estudio de la sociedad, el poder y la economía, como
buenos marxistas).
Otra discrepancia de Romero con
la ortodoxia marxista, comunista y revolucionaria, derivada de su propia
formación político-cultural que se vio reforzada por los resultados obtenidos en
la Unión Soviética y su zona de influencia,
es su temprano posicionamiento en favor de un socialismo reformista y
democrático, cuya inspiración marxista reivindicaba con claridad[64]: "La
relación entre la teoría y la política en Marx, en mi opinión, no es unívoca, no hay una política para una teoría: hay una
teoría y muchas políticas posibles"[65]. No
sólo en su opinión, obviamente: cualquiera persona culta e informada sabe que el
marxismo inspiró la II Internacional socialista, creada en 1889 por Engels
(Marx muere en 1883) para aglutinar a los partidos socialistas o
socialdemócratas que adoptaron el marxismo como principio rector cuando menos
hasta bien avanzado el siglo XX[66]. El propio Engels apoyó explícitamente, antes
de su muerte en 1895, la posibilidad de acceder democrática y pacíficamente al
poder en Alemania con su partido socialdemócrata. La escisión del partido bolchevique y la
izquierda de Zimmerwald para formar la III
Internacional Comunista en 1919, no significó por lo demás la desaparición de
una Internacional Socialista, reconstruída
en 1951, que mantuvo vivo internacionalmente un socialismo marxista de tipo
reformista, humanista y democrático cuando menos hasta la muerte de Salvador
Allende[67]
(1973).
He nombrado al
presidente Allende, precisamente por representar en América Latina el primer
éxito electoral de un socialismo democrático inspirado en el marxismo, que puso
en práctica un reformismo muy revolucionario[68].
Patente así mismo en los escritos políticos de Romero desde 1948, año de
publicación de El ciclo de la revolución
contemporánea, donde acepta que en su culminación el movimiento reformista
de orientación socialista habría de acabar por la fuerza con los restos del
sistema -capitalista- caduco procediendo "como la maceta constriñe al limonero
Entonces sí habrá llegado el momento de la violencia, más sólo a condición de
que el tronco sea robusto y las raíces estén ya desbordando
Antes de ese
momento
, la violencia esconde tantos peligros como la injusticia contra la que
aparentemente se dirige"[69]. Consecuentemente Romero apoyó de forma abierta
la revolución cubana de 1959, y su viraje marxista posterior (denunciando el
acoso de la "gran prensa" contra Cuba castrista). Sosteniendo incluso como
correcta "la socialización de los medios de producción, único camino para
acabar con la situación colonial que caracteriza a la economía cubana" ("Cuba:
una experiencia", Situación, nº 5,
1960)[70]. Compromiso
socialista y marxista que le llevó a participar, fracasado el desembarco de
Playa Girón, en actos públicos en solidaridad con Cuba[71]. La
opción posterior por la lucha guerrillera en Argentina, imitando la experiencia
cubana, de una parte de los jóvenes socialistas que le seguían, marcó el límite
de su compromiso personal[72], contribuyendo[73] a su decisión de volver de manera total
al estudio y la investigación, abandonando para ello la vida pública y la propia institución universitaria, en
1965[74]. Así y todo, la historia ¿no le ha dado política
y teóricamente la razón a Salvador
Allende, por un lado, y a José Luis Romero, políticamente más modesto, por
el otro?[75].
Pero volvamos al marxismo
historiográfico que Romero jamás abandonó, como componente esencial de su
pensamiento histórico, en contraste con un socialismo reformista pero marxista
que tuvo que sentir fracasado en 1973. Romero utiliza con su rigor habitual en los análisis
políticos de los años 50 la terminología de clase, lucha de clases, clase
obrera, proletariado, enemigo de clase
[76]. Con
un lenguaje más académico, y adaptado a la Edad Media (donde no había clase
obrera), pero no menos marxista nos
habla, veinte años después, en la obra que
dejó inédita sobre la crisis bajomedieval, de "conflictos" y "tensiones
sociales" entre burguesía y clase nobiliaria, de clases dominantes y clases
subordinadas, campesinas, urbanas o populares, sin dejar de indagar el
dinamismo de las "facciones" y los
"grupos sociales"[77]. Ajeno,
en este sentido, a un estructuralismo
althusseriano que minusvaloraba el papel de subjetividad social y humana en la
historia. Más en línea, por tanto, con el Marx humanista y subjetivista de los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 y del Manifiesto comunista de 1848 que del
objetivismo, estructural y economicista,
del Prólogo a la Contribución a la crítica
de la economía política de 1859.
En cualquier caso, el Romero
marxista, fiel a sí mismo, tampoco es devoto. Aprovechando la real subestimación
de la "influencia de las ideas sobre la realidad" que atribuía a Marx, suelta
eso de que: "yo también tengo una teoría de la historia, así que para mi Marx
es un competidor". Anunciando que tenía "muy adelantado" un libro sobre "la
teoría general de la vida histórica"[78], que
fundamentaba en un "juego de la realidad y las ideas" superando la dialéctica
como "unidad de los contrarios" por una
"dialéctica múltiple y plural, más variada y menos lógica", puesto que a la
vida histórica -añade- se "la distorsiona cuando se intenta explicarla de una
manera demasiado racional"[79].
Para lo cual se remonta a Vico, Hegel y Marx, recuperación de las fuentes
idealistas de marxismo, que pudo llevarle a encontrar en el camino lo que pudo
perderse entre el joven y el viejo Marx. A quién siguió asimismo cuando se puso
a estudiar detenidamente, en la larga duración, la historia de la burguesía con
el fin de extraer enseñanzas para implantar un socialismo que habría de superar
al capitalismo[80].
Al margen de Annales
Si Marx era para Romero un competidor
¿qué serían los historiadores de Annales,
sus contemporáneos? En el mejor de los casos, sus iguales[81];
cuando no inferiores por sus deficiencias teóricas.
En 1953, publica en su recién estrenada revista, Imago mundi[82], una
reseña de la Introducción a la historia[83] de Marc Bloch, donde reconoce la naciente
escuela de Annales, al referirse a
"Bloch y su escuela"[84], y aplica un doble criterio muy en su estilo: iconoclasta
pero comprometido. Por un lado, se muestra sensible y solidario, como buen socialista e
historiador progresista, con la lucha de
Bloch contra los nazis, admira su humanismo, lamenta las condiciones precarias
en las que tiene que redactar la obra -incluso llega a decir por ello que "sería
injusto exigir
. mayor rigor y más precisión en el planteo sistemático de los
problemas"- y se horroriza ante su
muerte terrible en 1944. Por el otro, hace una crítica breve pero severa al
libro (y por extensión a la escuela de Annales[85]) atacando su falta de ambición teórica, valiéndose
para ello de la inadecuada traducción -responsabilidad de la editorial- del
título original (realmente, son dos, uno de Bloch y otro de Febvre[86])
como la Introducción a la historia
que no es, por ausencia de una teoría de
la historia. Correspondiendo realmente el contenido del libro argumenta
Romero- al subtítulo de Febvre, Métier
dhistorien (le gustaría más sin duda, el que puso inicialmente Bloch:
"Cómo y porqué trabaja un historiador"[87]),
puesto que tampoco es una "apología por la historia". Sentencia, en resumen, nuestro
crítico de Bloch: "parece verse limitado a anotar las observaciones acumuladas a lo largo de un sostenido
ejercicio de la investigación". Ello después de iniciar su recensión con las
"humildes palabras" de Bloch declarándose un simple "artesano" de la historia,
que confiesa haber cultivado "sin creerse por eso matemático". Hace sangre pues
Romero de las atribuidas limitaciones pragmáticas y empiristas de Bloch,
reconocidas humildemente insiste Romero- por tan "ilustre medievalista" e "investigador asiduo y sagaz de la sociedad
feudal", y también por el propio Febvre en su tarea de editor cuando introduce por
su cuenta en el titulo a modo de concreción las palabras "oficio de historiador".
Romero era, desde luego, capaz de trabajar con dos
ideas a la vez en la cabeza: a) "vehemente simpatía" con el historiador francés
por su compromiso ético-político y trabajo de investigación; b) impugnación sin
concesiones de una parte de sus presupuestos de fondo. Reconocimiento sentido de Bloch por su "mucho
saber y mucha humanidad, virtudes con las que se hace un buen historiador"[88],
pero dura conclusión final de su corta pero sustancial reseña: "No se busque,
pues, en este libro un sistema de la vida histórica ni un cuadro acabado de los
problemas del saber histórico". Cuestionando a la par la -posteriormente archiconocida
y asumida- definición de historia del fundador de Annales (escribe Romero: "ciencia de los hombres en el tiempo", dice
Bloch), porque el historiador argentino considera superior el concepto crociano
de "vida histórica"[89] en lugar de los "hombres en el tiempo": "Bloch no discurre
sobre la vida histórica sino en cuanto a objeto de conocimiento, y prefiere
reflexionar sobre
una disciplina que quiere alcanzar el más alto rigor". Otra
vez, sugiere Romero con sutileza un Bloch cuyo positivismo y objetivismo[90], viene
a decirnos, le impide usar conceptos y
reflexiones más abstractas (no era "matemático"), cosa que cuando menos
Romero intentaba. Probablemente, su lectura de Bloch desde esa simpatía tan competidora
le conduce a infravalorar la importancia renovadora -más fácil de ver a
posteriori- de Annales y sus libros fundadores[91], al
tiempo que pone en valor la superior ambición, inquietud y conocimiento teórico
de sí mismo[92], junto con la doble y
paradójica actitud jamás explicada- de Annales
ante el positivismo alemán: a) cuestionamiento (público) de orden temático como "historia historizante", superficial, descriptiva, política, narrativa, acontecimental,
etc.; b) continuidad (oculta) de orden
epistemológico de la manera positivista de investigar que tuvo efectos positivos (fuentes) pero
también muy negativos[93] para
la "nueva historia" que tanto defendió y promovió la pasada escuela francesa.
Paradoja que contribuye no poco a
explicar su crisis final y el retorno actual de la vieja historia metódica de Seignobos
y Langlois[94].
Por propia voluntad pero también forzado por el
"imperialismo" francés, José Luis Romero se mantuvo en los márgenes de Annales, aunque tuvo sus relaciones
personales no fueron al parecer nada buenas en el caso de Fernand Braudel, que dirigió el gran movimiento
historiográfico entre 1956 y 1968 de manera especialmente personalista[95].
Ruggiero Romano, historiador italiano que entró
por medio de Braudel en el grupo de Annales
y en la École Practique des Hautes Études
(donde permaneció hasta 1965), y además amigo y admirador de Romero ("para mi
es uno de los grandes"), nos informa elípticamente de lo que pasó entre ellos:
"Braudel y Romero de hecho no se entendieron nunca. Braudel sabía que Romero
era el historiador más inteligente de Argentina, pero no se entendieron
Tengo
cartas, pero de eso no quiero hablar. No se entendieron, punto"[96]. Se
sobreentiende que hubo choque de caracteres, también cuestiones de fondo
historiográfico, seguro[97]. Empezando
por el problema de la jerarquía internacional de las relaciones
historiográficas[98]. Será justamente durante
los segundos Annales de Braudel cuando se intensifican y promueven los rasgos más
miméticos de la recepción periférica en parte de Europa y América de la escuela
de Annales[99]. Luis Alberto Romero ha escrito en 2001:
"José Luis Romero no era un seguidor acrítico de Annales"[100]. Desde
luego, ni lo era ni podía serlo; tampoco creo que se le pueda en rigor considerar
"seguidor", aunque pudiera parecérnoslo por la historia que hacía. Desligazón
digamos orgánica de Romero respecto de Annales,
en los años 50-70, que no podemos menos que lamentar los que valoramos
altamente la pasada escuela francesa, cuyo unilateralismo relacional, con la
subsiguiente desvalorización de las culturas históricas consideradas periféricas
como la latina, fue compartido, por otra parte, por otras tendencias
historiográficas e intelectuales surgidas en los países dominantes de la Europa
contemporánea, situación que hoy en día está en proceso de reversión como
efecto (beneficioso) de la globalización.
Una consecuencia práctica del
distanciamiento persistente del "historiador más inteligente de Argentina"
(según Romano) respecto de Annales, es
que en su historia de la Edad Media europea publicada en dos tomos, La revolución burguesa en el mundo feudal (1967) y Crisis
y orden en el mundofeudoburgués (1980), presta más atención a Italia y
España que a Francia, centro del feudalismo medieval "clásico" según nos enseñó
la historiografía francesa. Otra originalidad que le permitió, en general, marcar
también distancias con el estructuralismo mecanicista de Sausurre, Levi-Strauss
y Althusser, paradigma hegemónico en las
ciencias sociales francesas de los años 60, al que se plegaron en exceso los Annales de Braudel, desviándose de los paradigmas
fundadores. Se habría entendido mejor, sin duda, con la corriente marxista francesa
de George Lefebvre, Albert Soboul, Michel Vovelle y Pierre Vilar, que siempre se
consideró de alguna forma el ala izquierda de la escuela historiográfica fundada
por Bloch y Febvre, pero tampoco hubo encuentro: bien por la no dedicación a
los estudios medievales de sus miembros (en su mayoría, modernistas), bien
porque el desinterés de Romero por los hegemónicos Annales arrastró al resto de los historiadores franceses.
El evidente paralelismo en cuanto
a descubrimientos historiográficos entre los historiadores de Annales y José Luis Romero, no quiere
decir que éste no aprenda de los avances de los franceses, por ejemplo, en lo
relativo a la "historia de las
mentalidades". Hasta los años 60, Romero trabaja con una idea de la historia de
la cultura en apariencia clásica, ya que la entendía como una "concepción
integral de la historia"[101]. Utilizando
para ello nociones que iban más allá de la vieja historia intelectual de autor
y obra como: "espíritu burgués", "concepción de la vida", "ideales de vida",
"pensamiento histórico-político"[102].
Hasta abrazar finalmente el concepto de mentalidad[103]
en La
revolución burguesa en el mundo feudal (1967), a tiempo por tanto de ser un
precursor -no leído, ciertamente, y menos aún reconocido- de los terceros Annales. Si definimos la mentalidad
por sus componentes principales (lo racional, lo emocional, el imaginario, el inconsciente
y las prácticas[104]), encontramos en Bloch y Febvre, en los años 30-40, esa misma búsqueda de un
término abarcador de toda la subjetividad mental, más allá de la conciencia clara y la
ideología, que inicialmente no pasaba por utilizar el término "mentalidad"[105] que conocían bien a través de la
antropología y la psicología. Los
segundos Annales promueven lo
económico-social marginando lo mental, como se puede ver en la Méditerranée (1949) de Fernand Braudel[106], o
en la práctica desaparición del término "mentalité" en la revista Annales de los años 50-60[107]. Un artículo de George Duby de 1961 sobre la "Histoire
des mentalités" trae de nuevo a la memoria historiográfica el tema de forma
definida[108], sin demasiados efectos,
tal vez por el carácter "externo" del renombrado historiador a la revista Annales y sus instituciones, todavía
bajo el control braudeliano. Será más efectivo trece años después, otro
artículo, también de orden metodológico-historiográfico de Jacques Le Goff publicado
en Faire lhistoire[109] (primera
gran obra colectiva de los Annales post-Braudel)
en 1974 (siendo presidente de la VI sección de la EPHE), donde se lanza definitivamente la "historia de
las mentalidades[110],
pese a su título ambiguo y las dudas heredadas de los fundadores[111],
como banderín de enganche de los terceros
Annales.
Así y todo, no toda la gente de Annales trató de la misma manera a José Luis Romero, inteligente historiador
pero argentino: las excepciones son el ya citado Ruggiero Romano (él mismo
latino-europeo de origen), en la época de Braudel, y sobre todo Jacques Le
Goff, el representante más genuino de
los terceros Annales[119]. Quien,
tres años después de publicarse La revolución
burguesa en el mundo feudal,
ejecutado ya el giro radical que puso fin a los Annales braudelianos, incluye una cita de la obra de Romero en un
artículo de historia medieval en Annales[120]. Si
bien será, ya jubilado, fuera de cualquier responsabilidad en boulevard Raspail y desaparecida Annales como corriente colectiva[121], cuando
conoce más textos de Romero y redacta una presentación realmente elogiosa para la
segunda edición (2003) de Crisis y orden
en el mundo feudoburgués[122].
Dice el gran Le Goff de José Luis Romero que "fue un gran medievalista, uno de
los que revolucionaron, que renovaron profundamente, la imagen de la Edad
Media"[123], y que su obra
inconclusa "permanece como uno de los monumentos más impresionantes y más
notables de la historiografía del siglo XX"[124].
Siendo importante este reconocimiento formal (viniendo de un francés), lo es
más[125] que
se valore retrospectivamente el vanguardismo, la creatividad y la autonomía
intelectual de Romero, sea anticipándose a Annales,
sea triunfando justamente donde más fracasó
la escuela francesa.
Escribe, por ejemplo, Jacques Le
Goff en su prólogo que "José Luis Romero volvió a encontrar en los textos
medievales la concepción de Georges Dumézil, que tal vez no había leído, de una
idea indoeuropea del esquema de la sociedad tripartita (oratores, bellatores,
laboratores), casi al mismo tiempo en que Jean Batany, Georges Duby y yo mismo la descubríamos"[126]. En
realidad, el descubrimiento del sistema trifuncional por parte de Romero es
anterior a Dumézil (1958[127]),
Batany (1963[128]), Le Goff (1968[129]) y
Duby (1973[130]), ya que el artículo que
llamó la atención a Le Goff, El espíritu
burgués y la crisis bajomedieval, fue originalmente escrito y publicado en
Montevideo por Romero tan pronto como en 1950[131]. Texto donde concluye, con espíritu
anticipador, que "dentro de la concepción organicista de la sociedad que
prevalece durante la Edad Media, se admitía que la integraban tres brazos
Defensores, oradores y labradores"[132].
Concepción cuyo lejano origen sitúa Romero en la Política de Aristóteles e infiere, para el periodo medieval, de la
conocida frase del francés Adalberto de
Laon (siglo XI), seguida de una rica serie de textos españoles del siglo XIII
al siglo XV (Alfonso X, Ramón Llull, Juan Manuel, Diez de Games), terminando
con el italiano Marsilio de Padua, lo que le permite enlazar con el surgimiento
del "subgrupo" de los burgueses del tercer estado de los labradores[133].
La difusión de la mentalidad trifuncional en el
medievalismo internacional, tiene lugar, 28 años después del descubrimiento de
Romero[134], gracias a la obra
crucial de Georges Duby, Les trois ordres
ou limaginaire du féodalisme (Paris, 1978), sobre fuentes exclusivamente francesas,
por supuesto. Constituyó este libro uno de los grandes éxitos de las
mentalidades de los terceros Annales,
aunque tuvo poco seguimiento investigativo. Difusión que muestra, en cualquier caso, la
importancia[135] de estar respaldado por una
corriente historiográfica generada en
este caso desde un país que, en el pasado siglo, irradió internacionalmente con
enorme efectividad su idioma, su cultura y grandeur,
con el apoyo ejemplar del Estado.
Con este arranque de honestidad y sinceridad que muy
pocos historiadores franceses serían capaces de emular, incluso hoy (a toro
pasado), Jacques Le Goff reconoce en
José Luis Romero un "pionero de las representaciones y del imaginario", puesto que, según vimos, el
argentino descubre historiográficamente lo mental en 1950 (dice Le Goff en
1961, porque manejó una edición posterior[136]), cuando publica su trabajo sobre el "espíritu"
de la burguesía medieval[137].
Admirando, por lo demás, su "visión optimista de la historia"[138], vinculada -añadimos nosotros- con
sus convicciones profundas de socialista ilustrado. Pero donde el
reconocimiento, en 2003, del prologuista
parisino es más autocrítico, generoso y historiográficamente significativo es
cuando afirma que José Luis Romero triunfó historiográficamente en algo muy
importante que Annales pretendió y no
consiguió: hacer una "historia total"[139]. Confesión que explica lo que decíamos supra sobre cómo la imposible
integración de Romero en los Annales
de Braudel[140], evitó que reprodujera individualmente
sus defectos y fracasos, haciendo posible por consiguiente, desde finales del
siglo XX, un interés renovado, nacional e internacional, por su obra y vida, inversamente
proporcional al agotamiento de las escuelas historiográficas que pudieron servir
de referencia crítica, e iconoclasta, en su difícil andadura para nada devota.
Romero y la historia que viene
A modo de resumen, vamos a definir
ocho aportaciones vitales de José Luis Romero como historiador avanzado del
siglo XX al nuevo consenso (paradigma) sobre la escritura de la historia, en el
siglo XXI, que estamos construyendo
otros que venimos de parecidas proximidades e influencias históricas e
historiográficas, junto con nuevas generaciones de historiadores que quieren
afrontar los desafíos del presente, aprendiendo de los errores del pasado, procurando así una nueva primavera para la
historia que nos toca escribir y vivir.
1.- Nueva historia global. Ya lo dijo Jacques
Le Goff en su reconocimiento autocrítico sobre Romero de 2003: "Su obra es el
más bello ejemplo que conozco de este historia global preconizada y jamás
realizada en su totalidad por los historiadores franceses de Annales"[141]. Tres
son los rasgos de la obra de Romero que interesan, en nuestra opinión, para una
nueva historia "total" que, al igual que Le Goff, preferimos llamar "global" superando
el tono idealista -utópico en el sentido de imposible- del concepto de "totalidad" utilizado por las
vanguardias historiográficas del siglo pasado:
a) Su constante huida de la historia
fragmentada, especializada, haciendo converger géneros y temas de investigación
(lo que hemos llamado "historia mixta como historia global"[142]) o reemplazando
como objeto de investigación el hecho histórico por la vida histórica[143].
b) Romero buscó siempre, en verdad, la
interrelación de las cosas, aconsejándole a Ruggiero: "Romano, le recomiendo,
usted debe mostrar, subrayar, el entronque que existe entre los distintos
problemas", quien tal vez no conocía la
palabra entronque (ni había aprendido en París lo que le quería decir historiográficamente)
pero concluye: "No se hace historia sin imbricación, conexión, intercambio de
problemas, o sucesivas convergencias hacia un centro. De esto José Luis Romero
ha sido un incomparable Maestro"[144].
c) No era un estructuralista al uso, su
objetivo era captar globalmente el cambio histórico. El ángulo metodológico elegido
para entender la vida histórica medieval fue el conflicto burguesía / nobleza
feudal, aun sabiendo que la contradicción señores / campesinos provoca la
crisis del feudalismo, que -añade- resulta acelerada y profundizada por la
burguesía urbana como factor exógeno[145] (un
ejemplo de lo que entendía Romero como entronque o dialéctica multilateral). Justamente,
lo característico de la nueva historia global que propugnamos -desde HaD- es definir
hipótesis de partida que permitan obtener aproximaciones globales, dejando
atrás eso de "la historia total como un horizonte utópico" al que nunca se llega.
La opción de Romero es investigar globalmente la Edad Media (siglos XI-XV) empleando
como hilo conductor, y punto de vista, la burguesía y las ciudades (siguiendo a
Pirenne), lo que no excluye -más bien sugiere- otros enfoques concurrentes,
como el aplicado por la tradición historiográfica marxista que el autor conoce,
valora y logra mejorar.
2.- Ejemplo de futuro: una historia pensada. Todavía
hoy bastantes colegas siguen reduciendo el oficio de historiador al
documentalismo (que decía Romero), a conocer el pasado "tal como fue" a través
de las fuentes, condición desde luego necesaria pero insuficiente para una
historia realmente profesional. Por ello recordar a Romero y su modo de
trabajar, refuerza nuestra idea[146] de
que para ser buen historiador hay que reflexionar sobre metodología,
historiografía, teoría de la historia, relación con la sociedad...
Sobre metodología véase la compilación de artículos de
Romero editada por su hijo Luis Alberto como La vida histórica (Buenos Aires, 1988). Sobre historiografía lo más
significativo sea tal vez el libro Maquiavelo historiador (1943), en cuya introducción a la segunda edición
(1970) José Luis Romero lamenta que el "análisis historiográfico" siga siendo un
"género de investigación
. deficientemente discriminado"[147].
Celebrando como una excepción que, a la hora de investigar historiográficamente
a Maquiavelo, además de inferir datos de sus obras históricas, se pueda
completar éstos con los extraídos de "una actividad pareja en el campo teórico"[148].
Invitándonos, en suma, a cultivar ambos
campos, tanto a la hora de producir historia como de investigar a
historiadores. Considerando muy necesario, pues, hacer la historia "de cómo se
ha historiado un tema
para desarmar las subjetividades que hayan podido
incurrir" los propios historiadores. Mostrando
una vez más su sorpresa, en 1976, porque
la "historia de la historiografía" como tipo de conocimiento "no ha conseguido la acogida y el interés de
la gente, cuando es tan seductor"[149]. Sobre
teoría de la historia, ya hablamos de su gran proyecto inconcluso, Teoría general de la vida histórica:
"una investigación que nunca se ha hecho de una manera definitiva"[150],
declaró Romero a Félix Luna un año antes de morir, después de afirmar la
necesidad y la posibilidad de superar dialécticamente al propio Marx[151].
Tarea abandonada entonces por otros, y hoy todavía pendiente: por la escasez en el siglo XX de historiadores annalistes y/o marxistas con el interés, la ambición y formación teórica de José
Luis Romero; la evolución de la filosofía de la historia al margen de los
historiadores profesionales[152]; y
la crisis intelectual del marxismo iniciada justamente a finales de los años 70,
en la Europa latina y otros lugares, profundizada para muchos de forma irreversible
a partir de 1989.
Según nuestro criterio, sin embargo, acertó José Luis
Romero cuando se planteó inspirarse en el marxismo para superar al marxismo, no
en vano fue la filosofía de la historia
más influyente en el siglo XX, también entre los nuevos historiadores. Debería
ser, por consiguiente, obligatorio punto de partida para repensar crítica y
autocríticamente la teoría de la historia en el siglo XXI; no sólo el papel las ideas (junto con la base
material) o la multiplicidad dialéctica y global que preocupaban a Romero, también
en lo relativo a la "sucesión de modos de producción", cuyo fracaso -que el
historiador argentino no llegó a conocer plenamente- puso en evidencia la
"inesperada" transición, de 1989 en
adelante, del socialismo soviético al capitalismo, dando vía libre, de un lado,
a filosofías occidentales de la historia pronto desmentidas desbordadas por la
aceleración histórica (posmodernidad, Fukuyama, Huntington) y, por el otro, a
los rebrotes violentos de un fundamentalismo islámico con afán de gobierno
global (califato universal).
Globalización sin rumbo y retorno del irracionalismo que nos obligan a seguir
reflexionando sobre la evolución objetiva y subjetiva de la humanidad, sin
poder renunciar a que la razón guie la relación pasado/presente/futuro, sabiendo
ahora como sabemos que no existe un final inevitable, que todo depende de
nosotros.
3.- Historia comprometida. El modelo (parcial) de
Romero es Maquiavelo como historiador, admiraba sobre todo su "pleno
compromiso" con su tiempo[153]. Consecuentemente el profesor Romero defendió como
dirigente político la necesidad de combinar teoría y práctica[154], de
basar las políticas socialistas en "una investigación profunda de nuestra
realidad", según escribía en su artículo "Estudio y militancia" (Futuro socialista, nº 1, 1958)[155].
Doble faceta de José Luis Romero que conocemos (junto con los prólogos de Luis
Alberto a sus obras) gracias al libro de Omar Acha, La trama profunda. Historia y vida en José Luis Romero (Buenos
Aires, El cielo por asalto, 2005), muy a considerar cuando lo habitual es que se nos ofrezcan
visiones exclusivamente académicas de los historiadores biografiados. Ciertamente
no suele haber que decir vitalmente de otros historiadores académicos, salvo situar
autor y obra en el contexto socio-político, pero no es el caso que nos ocupa, ya
que el sujeto historiador quiso ser también sujeto histórico. Es por ello que Romero,
a menudo, no distingue su objeto de historiador de su ideología como ciudadano:
"soy un socialista reformista, que hoy es, a mi juicio, la máxima expresión de
la vivencia del proceso histórico"[156], a
cuya investigación dedicó buena parte de su vida. Un socialismo de base
ilustrada que ilumina su obra, tanto historiográfica como política: "Yo no creo que el hombre sea
siempre igual. En esto sí soy un optimista constitucional y filosófico. Yo creo
que el hombre es cada vez mejor"[157].
Visión optimista de la historia -que tanto admiraba Le Goff, como vimos[158]- y que Romero también aplicó a sus estudios
medievales que supo relacionar, en la larga duración, con la historia
contemporánea y actual de Argentina y América Latina. Llegó a decir que "yo no conozco más grandes historiadores que los
comprometidos, de alguna manera"[159].
Ponía en práctica a veces con mayor consecuencia- una relación pasado / presente parecida a la
defendida por la historiografía marxista y los primeros Annales: "es el presente el que le pregunta al pasado. Y si no, no
hay historia"[160]. Cara al futuro, pese a su vinculación a la
Ilustración y al marxismo fundacional (otra vez autonomía de criterio), se
opone tempranamente a cualquier concepción finalista de la historia: "los
objetivos que el hombre persigue no los veo en la línea del finalismo
metafísico como se entiende esto en el sentido teológico o filosófico. Sin
perjuicio de que haya quien pretende imponer ese finalismo, creo que hay más
bien objetivos de corto plazo, de mediano plazo, de largo plazo, establecidos,
impuestos, inventados, creados por el hombre, que resultan tener después una
cierta coherencia"[161].
Posición anticipatoria sobre el debate de los fines de la historia que hemos
recogido como punto de consenso (número XIV) en el Manifiesto historiográfico
de HaD (2001). Porque Romero también se preocupaba por el futuro (abandonado hoy
por tantos, cuando más falta hace), atreviéndose a incursionar en la prospectiva
histórica. Como cuando considera irreversible, en la Argentina peronista, la
"toma de conciencia social por parte de las clases populares", lanzando "una
previsión a largo plazo": "Argentina será un país en el cual las clases
populares tengan un papel decisivo"[162]. De
alguna manera fue así, si atendemos al peso histórico de las masas peronistas.
Y tal vez lo sea todavía más en países
que están viviendo en el nuevo siglo un importante proceso de concienciación popular
como Venezuela, Bolivia y Ecuador.
4.- Contra el espíritu de especialidad
(Lucien Febvre). Una enseñanza de Romero
para jóvenes historiadores de este siglo que quieran seguir los mejores
ejemplos pasados es su difícil etiquetación, dentro de la historia académica.
En tiempos de hiperespecialización, fragmentación y no poco corporativismo
historiográfico, José Luis Romero es referencia saludable, y muy necesaria.
Ciertamente se tenía por medievalista, lo que nos place, pero fijémonos como lo argumenta ante Félix
Luna, cuanto le pregunta: "Usted es un
medievalista. Le pregunto si su especialidad le sirve para entender mejor los
procesos históricos argentinos". Respuesta: "Tengo miedo de contestarle lo que
pienso, porque me inclino a creer que sólo los medievalistas los entendemos
bien", sobre todo si estudian como él -que analizaba Argentina como parte de la
historia occidental, pese al eurocentrismo dominante- la historia de la
burguesía[163]. El caso es que Romero
era un medievalista atípico: estudió asimismo historia antigua, moderna,
contemporánea y actual, fue un "historiador total", tanto temporal como
espacialmente, a lo que tenemos que añadir su compromiso y una dedicación a la
metodología, la historiografía y la teoría de la historia, que aportó
coherencia a sus dimensiones varias como historiador (y persona). Práctica
global y diversa que le quitó ciertamente tiempo para terminar tal o cual
proyecto, pero hizo posible que, tres décadas después, estamos aquí proponiéndolo como precedente de
nuevo paradigma global, siendo como es, la segmentación interna de la
disciplina, el mayor problema historiográfico a resolver en este siglo XXI.
5.- El universalismo de
Romero. Un rasgo asimismo heterodoxo de José Luis Romero, derivado de los puntos
anteriores, fue la orientación universal de su obra historiográfica, y también
vital. Recorrió más de doscientas ciudades del mundo, fue un activo
viajante-historiador que publicaba crónicas en revistas no académicas y no
dejaba de sacar notas para su gran historia mundial de las burguesías y
ciudades occidentales[164].
Internacionalismo muy apropiado en tiempos de una globalización que ha generado
una valorada World History como nueva
historia global[165] de
la cual también fue Romero precursor ignorado.
Supo combinar las historias de
Argentina, América Latina y
Europa, practicando un eurocentrismo al revés: en lugar de ver el mundo desde
Europa, veía Europa desde el mundo, como sólo se podía hacer desde una de las ciudades
latinoamericanas más internacionales: Buenos Aires. Ya dijimos que Romero fue un
latinoamericano medievalista por vocación, pero nada corporativo: hizo además
historia antigua, moderna y contemporánea, nada histórico le resultó ajeno.
Unos verán en ello dispersión, académicamente poco "apreciada" -al menos en
Europa- pero historiográficamente
excepcional, nos acerca al historiador global que fue Romero: lo echamos de
menos en la presente sociedad global de información.
6.- Historia inmediata. Su
concepción global de la historia, escaso academicismo y elevado compromiso ético,
social y político, llevó a Romero a desplazar
hasta la actualidad su mirada de historiador, desde Las
ideas políticas en Argentina (1946) hasta Latinoamérica: las ciudades y las ideas (1976). Del primer trabajo comentó
en 1976. "Yo he tratado de ser lo más
objetivo posible, pero como soy un hombre de partido y mis opiniones políticas
son tales y cuales, las declaro para que el lector las tenga presentes"[166].
Sinceridad que hace sobresalir a nuestro historiador de otros colegas, de ayer
y de hoy, que se escudan en un caduco concepto hiperobjetivista de ciencia[167]
dejando, en ocasiones inconscientemente, que sus subjetividades influyan bajo
cuerda en sus investigaciones, dificultando el trabajo del historiógrafo futuro.
La reconocida subjetividad objetiva de Romero le conduce, decíamos, a una
historia menos mediata, más reciente, actual, que reivindica ante Félix Luna:
"Yo creo que hay que hacer la historia contemporánea" (en sentido literal, no
académico, remarcamos), al tiempo que insiste en la "educación para la
objetividad" y el uso de las fuentes
orales (rehabilitando a Herodoto[168]) a
fin de captar directamente los sujetos en acción. Teniendo como referente de nuevo a
Maquiavelo, antes por su compromiso político ahora por su rigor
al estudiar la realidad inmediata ("la historia reciente de Florencia e Italia"),
con fuentes y datos[169],
criticándolo por no aplicar también un enfoque empírico al analizar "la historia antigua", los "procesos históricos
remotos", dejándose llevar por esquemas preconcebidos, derivados de un
"idealismo racionalista", de una "filosofía de la historia dogmática", que le
"constriñe a deformar" los hechos, frustrando así sus "dotes innegables de
historiador"[170]. Dotes de historiador (según
criterios positivistas, se entiende) que
reconocía paradójicamente en sus trabajos sobre la historia inmediata de
la Florencia y la Italia tardomedievales a través de crónicas y otras fuentes,
incluidas sus vivencias. El temor de Romero era más bien el contrario. Le inquietaba
no ser suficientemente "documentalista" como medievalista y tenía mala conciencia -como si ello no fuese
también normal - por su subjetividad política al hacer -con el rigor habitual-
Historia Inmediata sobre Argentina. Con pesar su amigo Ruggiero reconoció que
"su independencia de espíritu lo llevaba muchas veces a ciertas
contradicciones", negándose a hacerle la "autopsia", por ejemplo, de su "parte
griega, la romana, la medieval, la americana, la argentina", o de su definición
compleja del ser historiador como "oficio" y como "pasión"[171].
Realmente no era fácil, hace tres o
cuatro décadas, entrever avant la lettre
el historiador global que era Romero. El mismo, que iba más allá del puro "documentalismo", quería ser "normal".
Procuraba ciertamente el rigor empírico pero no dejaba de ser teórico. Se decía
medievalista, pero hacía cosas que no hacían ni estudiaban los medievalistas comunes.
Cultibaba la Historia Inmediata, confesando su ideología social-democrática al
tiempo que define su línea de trabajo historiográfico sobre la actualidad no "exactamente la de la militancia, sino la
de la preocupación por las cosas de mi tiempo, en mi país y en el mundo",
añadiendo curiosamente que no es "el campo estrictamente intelectual de mis
intereses", concluyendo: "Yo digo siempre que soy un medievalista"[172]. En
fin, vacilaciones y paradojas de un historiador adelantado a su tiempo, en el
contexto de un siglo XX en que ni Annales
ni la historiografía académica marxista,
entendían realmente el presente como objeto de investigación histórica en
sí mismo.
7.- Historiador individual,
tendencias colectivas. Hemos analizado en detalle la complicada relación de
José Luis Romero con el marxismo y Annales,
para entender mejor la forma, el contenido y la función de los nuevos movimientos
historiográficos del siglo XXI. Partiendo de la base que las tendencias actuales
existen, desde mediados de los años 90, en versiones más o menos larvadas y
organizadas[173], y son imprescindibles para asegurar el
carácter colectivo (en tiempos de fragmentación), el dinamismo y la adaptación
a nuestro tiempo de la disciplina histórica. La experiencia de Romero nos
reafirma, pues, en la necesidad hoy de un tipo de corrientes historiográficas
más abiertas, reflexivas y globales, sujetas a una dialéctica continua de debate
y consenso. De manera que sea posible
combinar un mínimo común denominador y un debate permanente[174], un
pensamiento crítico y un pensamiento autocrítico
,
trabajando siempre con dos ideas a la
vez en la cabeza. Romero lo hacía, como seguidor al tiempo que crítico de sus
autores de referencia, como Marx y Maquiavelo. Hoy debería resultarnos más sencillo:
por la complejidad de las mentalidades actuales, por las nuevas tecnologías que
están democratizando la comunicación social y también académica.
8.- Iniciativa latina. Dejamos
para el último lugar la contribución que mejor resume buena parte de lo dicho: el
precoz ejemplo de José Luis Romero como historiador latino de ambición global. Romero
"sólo" pudo ser una rareza[175] en
un siglo XX en que la innovación "sólo" podía irradiar de Europa hacia el mundo
latino, y no al revés. La globalización en curso ha cambiado radicalmente los
datos del problema: se puede y se debe innovar desde las periferias[176] y
conseguir además una importante proyección internacional[177].
Los conocimientos historiográficos del siglo XX están ya en gran medida extendidos y asumidos en otros continentes, podemos
y debemos buscar con la propia cabeza, autocrítica e internacionalmente, nuevas
respuestas a nuevos problemas. Aprovechemos a tal fin que el español es ahora la
segunda lengua franca occidental, después del inglés, por delante del francés y
otros idiomas europeos, dentro y fuera de Internet, medio nivelador por
excelencia de la comunicación historiográfica. Recuperemos, en suma, al
avanzado José Luis Romero para la nueva historiografía global del siglo XXI.
*
Versión escrita, revisada, anotada y ampliada por el autor de la conferencia
dictada el 1
de abril de 2009 en el Auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional de
Argentina, durante las Jornadas Internacionales "José Luis Romero", organizadas
por la Universidad Nacional de San Martín en Buenos Aires.
[1] Intervención profética de Peter
Burke en la mesa D sobre el "Tournant
critique de Annales": "The
comtemporary historical world is polycentric, in the sense that innovations now
arise in many different places, notably in the so-called peripheries, in
Europe and outside", Historia a Debate. I. Pasado y futuro, Santiago, 1995, p. 52.
[2] Carlos ASTARITA, "Estudio preliminar" a José Luis
ROMERO, Crisis y orden en el mundo
feudoburgués [1980], Buenos Aires, 2003, p. XXVI.
[3] El valor intelectual e historiográfico de la obra de José Luis
Romero es también consecuencia de su escaso interés por una "convencional
carrera académica" (loc. cit., p.
XXX), y de su compromiso ciudadano, Luis Alberto Romero aporta datos
significativos sobre una "marginalidad institucional" agudizada por sus ideas
liberales y socialistas: "Solo entre 1958 y 1965, apenas ocho años, tuvo una experiencia
universitaria plena", "José Luis Romero: una historia ejemplar", La Nación, 4 de abril de 2009 (http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1113936).
[4] "Maravilloso
testimonio de su pensamiento maduro", ibídem.
[5] Félix
LUNA, Conversaciones con José Luis
Romero. Sobre una Argentina con Historia, Política y Democracia, Buenos Aires, 1976, p. 138.
[6] Con Imago Mundi
Romero pretendió, en 1953, una "toma de posición en el campo historiográfico"
defensora de "una concepción integral de la historia que no terminaba en la
historia política", ibídem.
[7] Carlos BARROS,
"El paradigma común de los historiadores del siglo XX", Medievalismo,
Madrid, nº 7, 1997, pp. 235-262 (www.h-debate.com/cbarros/spanish/paradigma_comun.htm).
[8] Desde donde "impulsó la renovación entre los historiadores,
conjugando diversas corrientes nuevas, como la francesa de Annales, la del desarrollo económico y la marxista", Luis Alberto
ROMERO, "José Luis Romero: una historia ejemplar", loc. cit.
[9] Sería
lamentable confundir la singularidad innovadora, creativa y constructiva de
Romero con el individualismo típico de nuestro medio, con frecuencia academicista
y conformista, provocador en ocasiones de
un hipercriticismo destructivo.
[10] "Era algo ambiguo" ante las corrientes
historiográficas del momento, reconoce prudentemente Luis Alberto Romero en "José
Luis Romero: una historia ejemplar", loc.
cit.
[11] Omar
ACHA, La trama profunda. Historia y vida
en José Luis Romero, Buenos Aires, 2005, pp. 44-61.
[12] ídem, p. 51.
[13] A
decir de Luis Alberto Romero y otros, el
rectorado de José Luis Romero constituyó "la más brillante etapa de la Universidad de Buenos Aires" (La Nación, 4 de abril de 2009), consiguiendo
en sus siete meses de gestión desplazar del poder al catolicismo integrista y
sacar adelante la reforma universitaria, Luis Alberto ROMERO, Prólogo a José Luis ROMERO,
Latinoamérica, las ciudades y las ideas, Buenos Aires, 2001, pp. XI-XII.
[14] La prolongada espiral de división y
fragmentación interna del Partido
Socialista iniciada en 1958, y el contexto de radicalización política (véanse
las notas 15, 73), acabaron por distanciarlo de manera irreversible, en la primera mitad de los años
60, del partido, de la política activa y de la institución universitaria (véase
la nota 74).
[15] Hasta que "en 1962 decidió que no podía seguir ni a
quienes se incorporaban al peronismo ni a los que optaban por la lucha armada",
Luis Alberto Romero, "José Luis Romero: una historia ejemplar", loc. cit.
[16] También Marc Bloch se vio influido por estudiantes y
jóvenes colegas, además de por sus hijos, cuando entra en la resistencia
antinazi de Lyon; recomendado por un estudiante de filosofía de 20 años,
Maurice Pessis, Bloch comparece ante un dirigente clandestino, a quien le dice
humildemente (tiene 57 años y morirá fusilado un año después): "Sí, yo soy el
novato de Maurice", Carole FINK, Marc Bloch. Uma vida na história (ed. original,
Cambridge, 1989), Oeiras, 1995, pp.
283-284, 303.
[17]
Donde se discutían copias de libros y artículos de la nueva historia social en
paralelo con un compromiso político de orientación marxista -que implicaba a
una parte de los asistentes- iinfluido por la evolución de la exitosa
revolución cubana, Omar ACHA, loc. cit.
[18] Con
la cura de humildad que suponía para un historiador conocido y valorado
soportar las refriegas de la política partidaria de las izquierdas;
algunos utilizaron contra Romero, en los
debates internos, su estatus intelectual
y académico, con las típicas insidias de que no comprendía las reglas de la
política, conduciéndose mediante "abstracciones de realidad
citas de citas o
comentarios de glosas", Omar ACHA, op.
cit., pp. 53-54.
[19] Una hipotética pertenencia, explícita y
reconocida, de Romero a las escuelas de Annales
o marxista le habría aportado, a qué dudarlo, una mayor proyección nacional
e internacional (véase la nota 36).
[20] La
ambición de Romero era, desde
luego, realizable dado su talento para conectar trabajo empírico y reflexión teórica; tenía
además determinación, "optimismo radical" (Luis Alberto ROMERO, "José Luis
Romero: una historia ejemplar", loc.
cit.) y
capacidad de trabajo; en consecuencia, su ambición venía siendo una virtud profesional, una bendición para la
historia, peligrosa por consiguiente para sus posibles competidores (véase la
nota 27).
[21] Romero era equiparable en obra y ambición con
el Marc Bloch de la Sociedad Feudal
(1939), el Fernand Braudel del Mediterráneo (1949) y el Jacques Le Goff
de la Civilización del Occidente Medieval
(1965), separándose de ellos en lo teórico:
ninguno de los representantes de la gran escuela de Annales ni tampoco de Past
and Present, todo hay que decirlo- se atrevió siquiera a proyectar algo así
como una teoría general de la vida histórica; tampoco fueron capaces en general
de transcender sus especialidades
académicas (más fuertes en Europa que en América Latina), mientras que el
historiador argentino, aún considerándose medievalista, hizo además mucha y
buena historia antigua, moderna y contemporánea: otro rasgo "fuera de carril".
[22]
Félix LUNA, op. cit., pp. 127-128.
[23] De los cuatro tomos previstos del Proceso histórico del mundo occidental se
redactaron y publicaron los dos
correspondientes a la Edad Media (el segundo, póstumamente): La revolución burguesa en el mundo feudal
(1967) y el ya citado Crisis y orden en
el mundo feudoburgués (1980), del que se hizo una segunda edición, en 2003,
con espléndidos prólogos de Jacques Le Goff y Carlos Astarita.
[24]
Acaba de publicarse, en base a sus clases y algunos textos (1965-1973), por iniciativa
de su hijo Luis Alberto Romero, historiador y albacea de nuestro universal
historiador (con la ayuda de su nieta, Laura Muriel): La ciudad occidental. Culturas urbanas en Europa y América, Buenos
Aires, 2009.
[25]
Cuando se jubila tempranamente de la UBA en 1965, con 56 años, se plantea
culminar sus grandes proyectos historiográficos y teóricos (plan iniciado a los
27 años, Luis Alberto ROMERO, prólogo a Latinoamérica,
las ciudades y las ideas, p. III) contando con disponer de 20 años de "vida
intelectual útil" (Luis Alberto ROMERO, prefacio a La ciudad occidental, p. 11), que la naturaleza redujo a 12 años al
morir imprevistamente como ya dijimos en 1977, con 68 años, durante un viaje al Japón para
asistir al Consejo Directivo de la Universidad de las Naciones Unidas.
[26] Véase el párrafo a que hace referencia la
nota 135.
[27]
Sergio Bagú dice, justamente, que La revolución burguesa de Romero está al
nivel de la obra de Bloch y se pregunta por qué no ha sido traducida al francés
o al inglés, respondiendo que "se trata
de un problema vulgar de competencia profesional, porque su autor es un
latinoamericano que escribe sobre un tema europeo", De historia e historiadores. Homenaje a José Luis Romero, México,
1982, p. 37; la cuestión, con todo, va más
allá que la mezquina envidia -extendido vicio académico- y los celos
profesionales, tiene que ver con el condicionamiento -decisivo en los siglos
XIX y XX- de las relaciones académicas por las relaciones económicas y
políticas entre lenguas, países y continentes (Waldo ANSALDI, "José Luis Romero, la mala suerte de nacer en el Sur", Revista
e-l@tina, volumen 7, número 27, abril-junio de 2009).
[28] Tampoco
le ofrecieron, según veremos más adelante, jugar un papel mínimamente relevante
en la escuela de Annales, cuyos
dirigentes y representantes siempre fueron franceses, incluso después de su
internacionalización, a partir de la II Guerra Mundial, que siguió el viejo
esquema centro-emisor / periferia-recepción.
[29] El
ejemplo mayor es Carlos Marx que se inspiró en el idealismo hegeliano, la
economía política burguesa y el socialismo utópico, para construir su teoría
materialista y dialéctica de la historia, la economía y la política.
[30]
Carlos ASTARITA, op. cit., p. XXX.
[31] El contexto
político de esta bipolarización historiográfica cambia en 1983, y José Luis
Romero, que había muerto cinco años atrás, "devino un padre fundador de la
historiografía argentina", Omar ACHA, op.
cit., p. 171; fama póstuma debida sobre todo a los proyectos desarrollados después de su
jubilación, entre 1965 y 1977, años en
los que, precisamente, "su estilo intelectual, riguroso y matizado, no encajaba con la
polarización militante de entonces. Mucho menos, en tiempos de revolución, sus
aspiraciones democráticas y socialistas
", Luis Alberto ROMERO, "José Luis
Romero: una historia ejemplar", loc. cit.
[32]
Véase la nota 6.
[33] Constituido por críticos del peronismo: "los mejores
intelectuales marginados de
la universidad, junto con el grupo más joven y contestatario de la
revista Contorno", Luis Alberto ROMERO, "José Luis Romero: una historia ejemplar", loc. cit.
[34] Félix LUNA, op. cit., pp. 140-141.
[35] En la cátedra de Historia Social General, Romero no
parecía interesado en generar consenso tan sólo debate (que no era poco),
Carlos ASTARITA, op. cit., p. XXIX; sobre la evolución dispar posterior
de los asistentes a su cátedra, véase una lista de participantes en Waldo Ansaldi
("José Luis Romero, la mala suerte de nacer en el Sur", loc. cit.), quien ratifica nuestra interpretación: "No dejó discípulos, al
menos en el sentido estricto de la expresión. Los avatares políticos del país
tampoco contribuyeron a que generara una escuela
También aquí [en Argentina]
tuvo la mala suerte de nacer en el Sur. Pero sigue siendo, como decía Romano,
uno de los grandes".
[36] La
diferencia con los historiadores europeos más significativos de las
vanguardias siglo XX es una representatividad
colectiva que promovió altamente sus obras individuales; no fue el caso de Romero,
salvo para quienes lo podamos considerar hoy en día precursor de nuestras
posiciones historiográficas.
[37] op. cit., p. 23.
[38] ibídem.
[39]
Arrogancia académica más típica que quienes, incapaces de cualquier humildad, se
muestran superiores y altaneros sin aportar compromisos y alternativas (véanse
las notas 9, 18).
[40] Las
escuelas historiográficas no escaparon del hábito -muy del "siglo de los
extremos"- de estimar que sólo lo propio vale y que el "deber" de su imposición
hace necesario descalificar las propuestas del otro; tanto es así que nos ha
costado identificar los paradigmas compartidos que tanto han renovado nuestra
disciplina (véase la nota 7).
[41] La "aplicación mecánica y esquemática de los
criterios más rudimentarios del análisis marxista", condicionados por la
"política del partido", constituyen un problema general del marxismo
historiográfico latinoamericano del siglo XX, Sergio GUERRA, Tres estudios de historiografía
latinoamericana, Morelia, 2002, pp. 151 ss.
[42]
Véase la manipulación del título en la nota 99.
[43] Annales,
1965, vol. 20, nº 2, pp. 209-215.
[44] He
encontrado solamente una cita de La
revolución burguesa incluida por Jacques
Le Goff -que siempre lo valoró- en un artículo sobre la encuesta de Centre des Recherches Historiques sobre
las ordenes mendicantes, Annales,
1970, vol. 25, nº 4.
[45] Impugnación del Romero marxista que acabó afectando a
su relación con la juventud estudiantil, incluyendo su propio hijo: "comencé a inquietarme
por las críticas que circulaban en el ambiente estudiantil. Particularmente las
de quienes ponían en duda el marxismo de Romero. Mis lealtades estaban en
conflicto, pues en mi Facultad, en los tempranos sesenta, nada valioso podía
existir fuera del marxismo", Luis Alberto ROMERO, "José Luis Romero: una
historia ejemplar", loc. cit.
[46]
Sergi BAGÚ, op.cit. pp. 37-38.
[47] Estamos seguros
de que el "no marxismo" de Bagú tenía el mismo sentido que en Marx cuando le
confesó a Lafargue, a finales de los años 70 del siglo XIX: "Ce qu'il y a de
certain, c'est que moi je ne suis pas marxiste"; criticando la simplificación
de su pensamiento por determinados "marxistas" franceses (carta de Engels a
Bernstein, 2 de noviembre de 1882).
[48] El autor y político más representativo en América
Latina de esta corriente interna del marxismo fue Salvador Allende que dijo en
1971: "Pisamos un camino nuevo; marchamos sin guía por un terreno desconocido;
apenas teniendo como brújula nuestra fidelidad al humanismo de todas las épocas
-particularmente al humanismo marxista-" (http://es.wikipedia.org/wiki/Marxismo_humanista);
con anterioridad Alexander Dubcek intentó en Checoslovaquia un "socialismo de
rostro humano" (1968); en Europa importantes teóricos marxistas, de tradición política
comunista y/o socialista, definieron y reivindicaron el humanismo marxista:
Antonio GRAMSCI (Cuadernos de la cárcel,
Buenos Aires, 1958-1962, véase la nota 62); Jean-Paul SARTRE, Crítica de la razón dialéctica, Buenos Aires, 1963; Adam SCHAFF, La filosofía del hombre, Buenos Aires,
1964; así como Ernest Bloch, Roger
Garaudy, Herbert Marcuse y otros presentes en el volumen colectivo coordinado
por Eric FROMM, Humanismo socialista,
Buenos Aires, 1966; para una visión
plural del marxismo resulta útil: Leszek KOLAKOWSKI, Las principales
corrientes del marxismo, 3 vol., Madrid, 1980; Alvin W. GOULDNER, Los dos marxismos, Madrid, 1980; en
Argentina era bien conocida, por lo demás, la posición del intelectual
italoargentino Rodolfo Mondolfo, El
humanismo de Marx, México, 1964; véase también Pablo PONZA, "Existencialismo y
marxismo humanista en los intelectuales argentinos de los sesenta" (2006) (http://nuevomundo.revues.org/index2923.html).
[49]
Preservando la originalidad de Romero, inasimilable al marxismo
latinoamericano, Sergio Bagú defiende su propia especificidad y alta
creatividad, como historiador asimismo deudor el marxismo; véase Márgara
MILLÁN, "Sergio Bagú: los caminos de la historiografía", Estudios latinoamericanos, México, 1994, año I, nº 1.
[50]
Véase la nota 85.
[51] Un
acto de valor: el 24 de marzo de 1976 los militares habían tomado el poder y
las entrevistas tuvieron en lugar en los meses de setiembre y octubre del mismo
año, la editorial Siglo XXI donde participaba y publicaba Romero, había sido
allanada por los golpistas, y el editor de Conversaciones
con José Luis Romero, que publica
en diciembre de 1976, Jacobo Timerman, "desaparece" meses después, Luis Alberto
ROMERO, Prólogo a Latinoamérica, las ciudades y las ideas,
p. I.
[52]
Félix LUNA, op.cit., p. 91.
[53] ídem,
p. 93.
[54] Carta
a Karl Schmidt (27/10/1890): "lo que nosotros llamamos concepción ideológica
repercute a su vez sobre la base económica y puede, dentro de ciertos límites
modificarla"; Carta a Franz Mehring (14/7/1893): "ni Marx ni yo hemos hecho bastante
hincapié en nuestros escritos
En lo que nosotros más insistíamos -y no podíamos por menos de hacerlo así- era en derivar de los hechos económicos las
ideas políticas, jurídicas, etc., y los actos condicionados por ellas. Y al
proceder de esta manera, el contenido nos hacía olvidar la forma, es decir el
proceso de génesis de estas ideas, etc. Con ello proporcionamos a nuestros
adversarios un buen pretexto para sus errores y tergiversaciones", Carlos MARX, Federico ENGELS, Obras escogidas, vol. 2, Madrid, 1975,
pp. 527, 530.
[55]
Véase la nota 47.
[56] Omar ACHA, op. cit., p. 74.
[57]
Perry ANDERSON, Consideraciones sobre el
marxismo occidental, Madrid, 1979.
[58] Del marxismo-leninismo estalinista de los
viejos PP. CC. se pasó en los años 70 al marxismo estructuralista de Althusser,
propagado exitosamente a modo de catecismo en América Latina por Marta
Harnecker a partir de 1969, sin que hiciese demasiado efecto la crítica feroz
de E. P. Thompson (Miseria de la teoría,
Barcelona, 1981), respondida por Anderson (Teoría política e historia. Un
debate con E. P. Thompson, Madrid,
1985), donde se demuestra que este último no supo ni quiso ver las diferencias
esenciales entre el marxismo occidental en su conjunto (dominado por la escuela
de Frankfurt y Antonio Gramsci) y el neoestalinismo althusseriano.
[59] Ante
todo, el intelectual y líder peruano del
socialismo de izquierdas José Carlos Mariátegui (1894-1930), formado en Italia
donde conoció a Gramsci y la obra de
Labriola, Croce y Maquiavelo (véase su obra La defensa del marxismo -1930- en www.lahaine.org/index.php?p=34904).
[60] Véase la nota 41.
[61] La
revista Past and Present, creada en 1952 por el grupo de historiadores
del Partido Comunista Británico, generó sin duda la escuela o corriente más
valiosa de la historiografía marxista del siglo XX, incluyendo en su seno sin
asomo de sectarismo a historiadores liberal-progresistas como Lawrence Stone o
John Elliott.
[62] Con seguridad Romero habló de Gramsci con los
obreros de la construcción italianos
"comunistas y filósofos" que laboraron en su casa de Adrogué (Luis Alberto ROMERO, "José Luis Romero: una historia
ejemplar", loc. cit.), desconocemos
si hubo, o hay, obras originales del gran italiano en sus bibliotecas de
Adrogué (1948) o Pinamar (1958); el pensamiento teórico-político de Romero
estaba, por otro lado, ya formado (Luis Alberto suele decir que, en un momento
dado, dejó de seguir las revistas académicas y leer a otros autores, prólogo a Latinoamérica, las ciudades y las ideas,
p. VIII) cuando el intelectual comunista Héctor Pablo Agosti edita en Argentina
los Cuadernos de la Cárcel en su
versión temática (Editorial Lautaro) entre 1958 y 1962, y jóvenes gramscianos
fundan en 1963 la editorial Pasado y Presente (siendo expulsados ipso facto del prosoviético Partido
Comunista Argentino), difundiendo el
pensamiento gramsciano y otros marxismos críticos y minoritarios en Argentina y
el universo latino, Raúl BURGOS, Los gramscianos argentinos. Cultura y política en la experiencia de
Pasado y Presente, Buenos
Aires, 2005.
[63]
Véase la nota 59.
[64] Otro
caso notorio es el historiador marxista y político socialista chileno, Julio
César Jobet (véase Sergio GUERRA, op.
cit., pp. 158-160).
[65] Félix LUNA, op.cit., p. 92.
[66] En España, el PSOE no "renunció" al marxismo
en sus estatutos hasta 1978.
[67] Véase la nota 48.
[68] Nada que ver, por consiguiente, con la
socialdemocracia que, en América Latina y otros lugares, antes y sobre todo
después del socialismo reformista, democrático pero radical, de Romero o
Allende, se integró en el establishment,
legitimando en algunos países hasta hoy
en día las desigualdades y cualquier renuncia a una verdadera transformación social.
[69] Omar ACHA, op.cit., pp. 74-75.
[70] ídem,
p. 58.
[71] Waldo ANSALDI, loc. cit.
[72] Seguramente pensaba que no existía, en aquel momento, un movimiento social y socialista en
Argentina que desbordara la maceta del capitalismo, y que una violencia
revolucionaria generaría -como así fue- una reacción todavía más violenta y
destructiva, etc.; además de
consideraciones propias que podemos suponer relativas a la edad y la profesión;
dos décadas antes, Marc Bloch, con unas circunstancias individuales parecidas
(no así el contexto histórico), había ingresado en la resistencia francesa
(véase la nota 16) aportando su escritura a la lucha política y armada
contra la ocupación nazi (que posibilitaba y justificaba mejor una violencia
patriótica), lo que no lo libró su pacífica pluma- de ser ignominiosamente
torturado y fusilado por los alemanes el 19 de junio de 1944.
[73] Junto con las críticas que recibía su
heterodoxia marxista y la entrada en las filas peronistas (también guerrilleras
en los años 70) de la otra parte de los jóvenes socialistas que le venían
apoyando, Luis Alberto ROMERO, prólogo a Latinoamérica, las ciudades y las ideas,
pp. XII, XIV (véase también la nota 15).
[74] ídem; sobre lo que ganó la historia y la
historiografía después de su jubilación política-universitaria, véase la nota 25; la politización de la vida universitaria (sobre todo
en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA,
hasta hoy) le condujo a tomar esa doble decisión, que tenía su
motivación más profunda en la vocación investigadora y reflexiva de José Luis
Romero.
[75] Primero, con
la "inesperada" transición del llamado socialismo real al capitalismo en el
Este de Europa, entre 1989 y 1991, que vino a demostrar la inviabilidad
histórica de un socialismo autoritario y burocrático ("dictadura del
proletariado"); segundo, con la emergencia y extensión en América Latina, desde
1999, de un movimiento político y social, electoral y gubernamental,
reformista-revolucionario en sus intenciones, que se plantea, desde 2005,
construir un "socialismo del siglo XXI" en Venezuela, Bolivia y Ecuador,
aceptando -por el momento - la propiedad privada y la democracia
representativa, sin reivindicar claramente -todo hay que decirlo- como
antecedente la temprana experiencia en Chile de Salvador Allende entre 1970 y
1973; véase Carlos BARROS, "Historia inmediata: marxismo, democracia y
socialismo del siglo XXI ", prólogo
a José Luis MONZANT, La conversión de K. La diatriba ideológica del poder, Maracaibo, 2009.
[76]
Véanse sus artículos políticos de los años 1957-1958 en Omar ACHA, op.cit., pp. 56-57.
[77] Crisis y orden en el mundo feudoburgués,
pp. 90-95.
[78]
En mi opinión es la pérdida mayor de los
proyectos inacabados de José Luis Romero.
[79] Félix LUNA, op.cit., pp. 92-93.
[80] Omar
ACHA, op. cit., p. 75
[81]
Compartían la influencia de Henri
Pirenne (1862-1935), historiador de su
tiempo y precursor de la historia económico-social de la Edad Media europea.
[82] Imago mundi, diciembre de 1953, nº 2, pp. 99-100.
[83] Libro
escrito en 1941-1943 como Apologie pour lhistoire ou Comment et
pourquoi travaille un historien; publicado en 1949 por Lucien Febvre como Apologie pour lhistoire ou Métier
dhistorien (véase la edición
crítica de Étienne Bloch, con un prólogo de Jacques Le Goff, 1993, pp. 39-42); seguramente
Romero no leyó la obra hasta su edición española con título ajeno al autor y
presuntamente comercial: Introducción a
la historia, FCE, 1952.
[84] Aunque
identifica a Febvre como cofundador de Annales,
lo sitúa tal vez, injustamente- en un segundo plano, no lo que es óbice para
que aproveche para criticar a Bloch y defender su concepto de "vida histórica"
(véase la nota 89), la siguiente cita de, primer editor de Apologie pour lhistoire: "Ni una sola
vez, salvo error, aparece en el libro la palabra evolución".
[85] Romero valora de los annalistes sus trabajos de investigación, que casi no los cita aunque
los conoce y utiliza sin sectarismo como material docente, al tiempo que se
calla bastante -consciente, supongo, de que iban en el mismo barco- para no
tener que exponer sus diferencias con ellos de tipo personal, metodológico y
teórico; cosa que no hacía con Marx y
el marxismo de sus seguidores más cerrados, que eran legión, con los que discrepaba
además políticamente.
[86] Véase la nota 83.
[87] ídem.
[88] Hoy, sin
embargo, cuando se dice, ante la caída de las "grandes escuelas",
que lo que importa es ser "buen historiador"
se suele valorando ante todo el
uso de fuentes, el trabajo de archivo, Carlos BARROS, "El retorno de la
historia", Historia a debate. I. Cambio de siglo, Santiago, 2000, pp.
153-173 (http://www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/nuevo_paradigma/retornohistoria.htm).
[89] También
Antonio Gramsci importa de Benedetto Croce
la noción de "vida histórica" que incluye a la vez el objeto y el sujeto,
el pasado y el presente, etc., facilitando enfoques de historia total / global;
si bien hoy en día, además de insistir en la
relación inseparable entre el objeto y el sujeto de la historia, lo más
importante es subrayar la interacción continua entre el objeto y el sujeto del
conocimiento histórico (historiadores), redefiniendo la historia como una
ciencia con sujeto social y sujeto cognoscente (véase punto I del Manifiesto
historiográfico de Historia a Debate en www.h-debate.com/Spanish/manifiesto/manifiesto_had.htm).
[90] El
propio Romero no quería ser menos "documentalista" que otros, aunque por su
formación y posicionamiento tenía claro que había que elevar el umbral
intelectual del trabajo de historiador
por encima de Annales,
superando incluso al materialismo histórico.
[91] El
otro es Combats pour lhistoire (1952; trad. esp. Barcelona, Península,
1959) del propio Lucien Febvre, más radical en su antipositivismo temático que
Bloch, pero igualmente deficitario en lo epistemológico y lo teórico (si
comparamos con los fundadores del marxismo); así y todo, tampoco los
historiadores marxistas franceses e ingleses intentaron como Marx -y Romero- trabajar
en una teoría de la historia (salvo quizás Gordon Childe, 1892-1957).
[92] Descalificado
por colegas retardatarios como "filósofo" que no historiador, fueron los
saberes e intereses filosóficos y teóricos de José Luis Romero los que le
permitieron elevarse por encima de las tendencias de la época (al tiempo que aprendía
de ellas), sobreviviendo mejor al fin de la "revolución historiográfica del
siglo XX".
[93] Véase el apartado II.1 de "Historiografía
autocrítica" en Carlos BARROS, "Defensa e ilustración del Manifiesto
historiográfico de Historia a Debate", E-l@atina.
Revista electrónica de estudios latinoamericanos, UDISHAL, Buenos Aires,
vol. 1, números 3 y 4, 2003 (http://www.iigg.fsoc.uba.ar/elatina.htm).
[94] Carlos BARROS; "La
Escuela de los Annales y la historia que viene" (2001) en www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/historiografia_inmediata/escueladeannales.htm.
[95] En
1969, tuvo lugar una asamblea de investigadores de la VI Sección de Ciencias Sociales
de la École Practique des Hautes Études
en el Collège de France, dónde se
decidió reemplazar en la dirección de Annales
(1969) -y después en la École (1972)- a Fernand Braudel por el triunvirato formado Jacques
Le Goff (presidente de la VI Sección desde
1972), Emmanuel Le Roy Ladurie y Marc Ferro, véase "La contribución de los terceros Annales y la
historia de las mentalidades. 1969-1989", loc.cit.; la principal biógrafa de Braudel evita prudentemente
hablar de la defenestración de Braudel en 1969,
pero aporta indicios -no por interesados menos útiles- al comentar el radicalismo marxista de la nueva
generación de Annales, que ilustra contando
los ataques personales que recibió Braudel por parte de algunos de aquellos jóvenes
historiadores (Maurice Agulhon, Annie Kriegel; ambos ex miembros del PCF) de un
"féroce anti-américanisme" (estábamos en plena guerra del Vietnam, recordemos),
por la financiación de las Fundaciones Ford y Rockefeller de la analista VI Sección
de la EPHE, Giuliana GEMELLI, Fernand Braudel, Paris, 1995 (Venezia,
1990), pp. 164-165.
[96]
Entrevista a Ruggiero Romano en Todo es
historia, nº 251, mayo de 1988, p.
38 (http://www.elhistoriador.com.ar/entrevistas/r/romano.php).
[97] Véase la nota 99; Romero prefiguró desde Argentina el tránsito, al
calor de mayo del 68, de los segundos a los terceros Annales, del "gran patrón" a
una dirección colectiva, del
estructuralismo económico-social a la historia de las mentalidades, malamente
por tanto podía estar de acuerdo con la renuncia braudeliana a la corta
duración, las mentalidades y una historia con sujeto social.
[98] La historia de Annales
ni sufrió cambios en cuanto a la relación centro-periferia a pesar de Jacques
Le Goff, cuya concepción de unos cuartos
Annales realmente internacionales,
compartimos a principios de los años 90;
de la frustración este tournant critique de Annales surgió, en parte, Historia a
Debate como foro y tendencia historiográfica internacional pero de iniciativa
latina; sobre los terceros Annales
(1969-1989) y el intento fracasado de tournant
critique (1989), véase "La contribución de los terceros Annales y la
historia de las mentalidades. 1969-1989", La otra historia: sociedad,
cultura y mentalidades, Bilbao, 1993, pp. 87-118 (www.h-debate.com/cbarros/spanish/contribucion.htm);
"La 'Nouvelle Histoire' y
sus críticos", Manuscrits. Revista d'Història Moderna, nº
9, Barcelona, 1991, pp. 83-111 (www.h-debate.com/cbarros/spanish/nouvelle.htm);
"El 'tournant critique' de Annales", Revista de Història
Medieval, Valencia, nº 2, 1991, pp. 193-197 (www.h-debate.com/cbarros/spanish/tournant.htm); "La Escuela de los Annales y la historia que viene",
La historia que se fue, Suplemento
Cultural, Diario de Sevilla, nº 99, 18 de enero de 2001 (www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/historiografia_inmediata/escueladeannales.htm).
[99] Braudel publica en Annales (nº 2, 1965), el texto de la conferencia en la EPHE cuyo
título original era "Los puntos de vista: historia política o historia social",
donde Romero proclama que "en todas partes la historia social es inseparable de
la historia política", que la historia política no se debe abandonar como
lamentablemente hizo Annales- sino ir
a "una total reconsideración" reemplazando los criterios tradicionales de tipo
político, "por otros más ricos y complejos", empezando por su entronque con la
historia social, anticipando en una o dos décadas la "nueva historia política"
como historia social del poder; como ya vimos la redacción de la revista cambió
el título por "Les problèmes de l'histoire sociale en Amérique latine",
quitando la referencia a la denostada historia política y añadiendo el ámbito
geográfico latino, dando a entender erróneamente que el artículo trata de la
implantación de la historia social en América Latina, bajo la égida francesa,
naturalmente; articulo y título original
se reproducen en José Luis ROMERO, Latinoamérica:
situaciones e ideologías, Buenos Aires, 1967, pp. 13-23; las citas están en
pp. 9, 16-17.
[100] Prólogo a José Luis ROMERO,
Latinoamérica, las ciudades y las ideas, p. XIII.
[101] Véase la nota 6.
[102] José Luis ROMERO, ¿Quién
es el burgués? y otros estudios de historia medieval, Buenos Aires, 1984,
pp. 17, 45, 108-109, 172.
[103]
Omar ACHA, op. cit., p. 101.
[104] Carlos BARROS, "Historia de las mentalidades:
posibilidades actuales", Problemas actuales de la Historia,
Salamanca, 1993, pp. 49-67
(www.h-debate.com/cbarros/spanish/hm_posibilidades.htm).
[105] En
1924, Marc Bloch publica un trabajo paradigmático sobre mentalidades
(religiosas), y sólo usa una vez la palabra "mentalités", junto con otros
términos incluso más habituales como "habitudes de pensée", "idées
collectives", "opinion commune", "représentations sociales", "représentations mentales",
Jacques LE GOFF, préface à Les
rois thaumaturges, Paris, 1983, pp. XXVII-XXVIII; en 1939-1940, pasa algo
parecido en La société féodale (trad.
esp. Madrid, 1986) donde, en lugar de valerse del concepto de "mentalidad",
titula el libro segundo "Condiciones de vida y atmósfera mental", y sus
capítulos II y III, "Formas de sentir y de pensar" y "La memoria colectiva"; en
una carta del 8 de mayo de 1942, Bloch confiesa incluso a Febvre que "mentalité" le
parece un "terme médiocre" que se "prête à certains équivoques", Marc BLOCH,
Lucien FEBVRE, Correspondance. III. Les
Annales en crises, 1938-1943, Paris, 2003, p. 197; por otro lado, Lucien Febvre que nos dejó
valiosos trabajos metodológicos sobre el nuevo enfoque que después llamaremos "historia
de las mentalidades", maneja más bien "utillaje
mental", "sensibilidades" y otros
términos vecinos, "Une vue d'ensemble. Histoire et psychologie (1938), "La sensibilité et l'histoire.
Comment reconstituer la vie affective
d'autrefois? (1941), republicados en Combats pour l'histoire, Paris, 1953 (eliminados de la edición
española de Ariel, Barcelona, 1970).
[107] Véase la nota 114.
[108] George DUBY, "Histoire des mentalités", L'histoire et ses méthodes,
París, 1961 (no fue traducido al español).
[109] Jacques LE GOFF, "Las mentalidades: una historia
ambigua", Hacer la Historia, III, Barcelona, 1980 (París,
1974).
[110] Le
Goff viene incluyendo las mentalidades
desde los años 60, en contraste con Braudel, en sus investigaciones sobre la
Edad Media (véase la nota 113).
[111] Véase
la nota 113.
[112] Véase la nota 105.
[113]
Como medievalista, Romero sigue, desde las primeras ediciones en francés, las
obras de investigación económico-social de Bloch; en La revolución burguesa en el mundo feudal (1967) cita excepcionalmente -lo que prueba
que su reconocimiento de 1953 es sincero-
seis veces, a pié de página, al fundador de Annales (pp. 88, 89, 101, 133, 268 y 358); interesa la primera
mención a La société féodale (Les
Éditions Albin Michel, Collection Lévolution de lHumanité, tomes XXXIV et
XXXIVbis, Paris, 1939-1940, 1949), donde, fiel a su estilo diferenciador, explica
que lo que Bloch llama primera y segunda edad feudal, él denomina periodo
feudal y feudoburgués (p. 88 n. 8); no cabe dudar, pues, que leyó en el tomo I de
"La sociedad feudal" la parte de las mentalidades, que Bloch relaciona con las
"condiciones materiales" de vida, interconexión que Annales abandonará en los años 70, pese al magisterio de Le Goff, quien desde los años 60, siguiendo el enfoque global de Bloch, integra
las mentalidades con el resto de la historia medieval en La civilisation de lOccident médiéval, Paris, Arthaud, 1965.
[115]
Carlos BARROS, "Historia
de las mentalidades, historia social", Temas Medievales, Buenos Aires, nº 2, 1992, pp. 205-230 (www.h-debate.com/cbarros/spanish/hm_historia_social.htm);
"La contribución de los
terceros Annales y la historia de las mentalidades. 1969-1989", La otra
historia: sociedad, cultura y mentalidades, Bilbao, 1993, pp. 87-118 (www.h-debate.com/cbarros/spanish/contribucion.htm).
[116] Su interés por la revolución burguesa tenía
para Romero, además de su intrínseco interés historiográfico, una dimensión
comprometida con su lucha por el socialismo, (véase la referencia de la nota 80).
[117]
Luis Alberto ROMERO, prólogo a Crisis y
orden en el mundofeudoburgués, México, 1980, pp. 9-10.
[118] Véanse las
referencias bibliográficas de las notas
104, 115.
[119] Representatividad de Jacques Le Goff que no todo el mundo, dentro y fuera de
Francia, le reconocía, lo que plantea una duda que algunos nos hemos planteado:
Le Goff no tuvo tal vez la posibilidad real de orientar en los años 70 la
escuela de Annales como él hubiese
deseado, manteniendo la "historia total" y abriéndose bilateralmente a otras
historiografías, generando unos terceros Annales
más globales que hubieran facilitado sin duda una mejor adaptación de los
historiadores franceses a la mundialización en curso.
[120]
Véase la nota 44.
[121] Carlos BARROS; "La
Escuela de los Annales y la historia que viene", La historia que se fue, Suplemento Cultural del Diario de Sevilla,
nº 99, 18 de enero de 2001 (www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/historiografia_inmediata/escueladeannales.htm).
[122]
Véase la nota 23.
[123] Crisis y orden en el mundo feudoburgués,
Buenos Aires, 2003, p. VII.
[124] ídem,
p. XI.
[125] Por
lo que pueda tener de autocrítica del dernier
annaliste: para nosotros, Jacques Le Goff es el historiador actual más
relevante que permanece todavía fiel, de alguna manera, en Francia a los
presupuestos historiográficos y cívicos de la escuela que fundaron Marc Bloch y
Lucien Febvre en 1929; otros que
integraron en el pasado las filas de Annales
se consideran hoy solamente parte de una historiographie
française que integra su pasado annaliste,
pero no lo reivindica públicamente.
[126] Crisis y orden en el mundo feudoburgués
(2003), p. VIII.
[127]
Georges DUMÉZIL, LIdéologie
tripartite des Indo-Européens, Paris, 1958; se trata de la obra que difunde
en las ciencias humanas francesas la idea de la trifuncionalidad, que el
filólogo francés venía usando en sus investigaciones antropológicas.
[128] Jean BATANY, "Des trois fonctions
á trois états, Annales, vol. XVIII,
1963, pp. 933-938.
[129] Jacques LE GOFF, "Note sur société
tripartie, idéologie monarchique et renouveau économique dans chrétientié du
IXe au XIIe siècle", LEurope aux IXe-XIe
siècle (Colloque 1965), Varsovia, 1968, pp. 63-72.
[130] Georges DUBY, "Aux origines dune système
de classification sociale", Mélanges à
lhonneur de Fernand Braudel, Paris, 1973, tome II, pp. 183-188.
[131] Pensamos
que Le Goff conoce el texto sobre el
espíritu burgués hacia 2003 a través de la recopilación editada por la UBA,
en 1961, como Ensayos sobre la burguesía
medieval. Ensayos de Historia Social (Crisis
y orden en el mundo feudoburgués, p. VIII).
[132] José
Luis ROMERO, "El espíritu burgués y la crisis bajomedieval", Revista de la Facultad de Humanidades y
Ciencias, nº 6, Montevideo, abril de 1950; reproducido también en ¿Quién es el burgués?, y otros estudios de
historia medieval, Buenos Aires, 1984, pp. 18-19.
[133] ibídem
[134] Sobra decir que los historiadores franceses seguidores
de Georges Dumézil (1898-1986) no conocieron ni podían conocer el texto de
Romero: en general, no leían español
y cierta mentalidad "imperial", "legitimada" en parte por la rica
tradición francesa, dificultaba cualquier acercamiento libre de prejuicios a la
"periferia" latina.
[135]
Para un historiador con ambiciones historiográficas, además de tener talento, que a Duby le
sobraba -al igual que a Romero-, lo importante era estar en el lugar y en el
momento adecuado.
[136] Véase la nota 131.
[137] Crisis y orden en el mundo feudoburgués,
pp. X-XI.
[138] ibídem.
[139] ídem,
p. IX.
[140] Los terceros Annales
(1969-1989) llegaron tarde para Romero, tampoco cambiaron la mentalidad
jerárquica centro-periferia de la historiografía francesa.
[141] Crisis y orden en el mundo feudoburgués (2003),
p. IX.
[142] Carlos BARROS, "La historia mixta como una historia
global", Enfoques. Revista de la
Universidad Adventista del Plata, Argentina, año XVIII, nº 1-2, 2006, pp.
91-118 (http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/IndArtRev.jsp?iCveNumRev=6913&iCveEntRev=259&institucion);
con este título y enfoque hemos
organizado, en 2004, con la participación de Ciro F. Cardoso, Carlos Martínez
Shaw y Raquel García Bouzas, un apartado temático en el último congreso de
Historia a Debate, Historia a debate. III. Historiografía global (Carlos BARROS, edit.),
Santiago, 2009, pp. 39-71.
[143]
Véase la nota 89.
[144]¿Quién es el burgués? y otros estudios de historia medieval, p. 14.
[145] Crisis y orden en el mundo feudoburgués (1980),
pp. 102-103.
[146]
Véase el punto 13 de "La
historia que viene", Historia a debate.
I. Pasado y futuro, Santiago, 1995, pp. 95-117 (www.h-debate.com/cbarros/spanish/historia_que%20viene.htm).
[147]
José Luis ROMERO, Maquiavelo historiador,
Buenos Aires, 1986 (3ª edición), p. 18.
[148] idem, p. 21.
[149] Félix
LUNA, op.cit., p. 72; la respuesta está, sin lugar a dudas, en la
prolongada pervivencia del positivismo y su "idolatría de las fuentes".
[150] ídem,
p. 128.
[151] ídem,
pp. 92-93.
[152] Véase, en sentido contrario, María Luz PINTOS
PEÑARANDA, "Sobre la utilidad de la Filosofía para la Historia. Propuesta de
distinción y de confluencia", Historia a
debate. III. Problemas de historiografía, Santiago, 2000, pp. 209-223; "Desde la interdisciplinaridad, modelos de
"actitud" crítica y de compromiso ante la historia. La convergencia
entre Historia a Debate y la Fenomenología", Historia a debate. III. Historiografía global,
Santiago, Historia a Debate, 2009.
pp. 163-173.
[153] Maquiavelo historiador, p. 9.
[154] Se le criticaba acerbamente por ello (véase
la nota 18).
[155]
Omar ACHA, op. cit., p. 57.
[156] Félix LUNA, op.cit., p. 143.
[157] ídem, p. 107.
[158] Véase la cita de la nota 138.
[159] Félix LUNA, op.cit., p. 22.
[160] ídem, p. 21.
[161] ídem,
pp. 100-101.
[162] ídem, p. 113.
[163] ídem, p. 58.
[164]
Resultado de ello fue su monumental La
ciudad occidental. Culturas urbanas en Europa y América, Buenos Aires,
2009; véase también Omar ACHA, op. cit.,
pp. 147-167.
[165] Carlos BARROS, "Primeras conclusiones del III
Congreso Internacional Historia a Debate (14-18 de Julio de 2004)", Historia a debate. I. Reconstrucción,
Santiago, Historia a Debate, 2009, p. 73
(www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/nuevo_paradigma/conclusiones.../primeras%20conclusiones.htm).
[166] Félix LUNA, op. cit., p. 86.
[167] Véase una
crítica actualizada en Carlos BARROS, "Por un nuevo concepto de la historia como ciencia"
(2005) en http://www.youtube.com/user/HistoriaDebate.
[168]
Félix LUNA, op. cit., pp. 84-88.
[169] Maquiavelo historiador, pp. 97, 104-108.
[170] ídem, pp. 96, 108.
[171] ¿Quién es el burgués? y otros estudios de historia medieval, pp. 9-10.
[172]
Félix LUNA, op. cit., p. 27.
[173] Carlos BARROS, "Últimas tendencias de la
historiografía española" (2007) en www.h-debate.com/Spanish/presentaciones/lugares/montevideo3/audio.htm; "Tendencias
generales de la historiografía actual" (2008) en www.h-debate.com/Spanish/presentaciones/lugares/caceres/caceres1.htm.
[174] Carlos BARROS, "Historia
a Debate, un paradigma global para la escritura de la historia", Historia a debate. I. Reconstrucción,
Santiago, Historia a Debate, 2009, pp. 133-137.
[175] Véase la nota
27.
[176]
Véase la nota 1.
[177] La
experiencia de Historia a Debate es, al respecto, el mejor argumento, véase
"Primeras conclusiones del III Congreso Internacional Historia a Debate (14-18
de Julio de 2004)", loc. cit., pp.
77-78.